lunes, 13 de diciembre de 2010

Castoriadis, Cornelius

En esta ocasión hablaré de un texto de Castoriadis llamado “Lo imaginario. La creación en el dominio histórico y social”, en el que el autor plantea dos cuestiones fundamentales, siendo la primera ¿Qué mantiene unida a una sociedad?. Y se responde que “Lo que mantiene unida a una sociedad es su institución (es decir en el sentido amplio: normas, valores, procedimientos, etc.), el complejo de todas las instituciones particulares que conforman y funcionan como un todo coherente1”. Es decir que todo lo que marca un hacer y un no-hacer, un cómo, dónde y cuando hacer, está “armado” digamos, construido, mejor. Construido por una sociedad y no por otra, en un momento histórico y no en otro, y por ciertos actores sociales en juego. Castoriadis cree que “La institución se impone por coerción-sensaciones, adhesión-apoyo-creencia-legitimidad y mediante la formación de la materia prima humana, el individuo social que incorpora instituciones y mecanismos de perpetuación de las mismas 2. O sea que hay más de una forma de crear esta realidad social, y entre ellas se cuentan las sensaciones (inseguridad, por ejemplo), coerción (de las fuerzas policiales, entre otras), adhesión y apoyo; creencia y legitimidad: esto implica que no siempre es por las buenas que se mantiene un paradigma. Muchas veces (o todas) la historia es escrita por los vencedores, quienes dictan nuevas leyes, normas, valores y modos de hacer y de pensar que desplazan a los anteriores y crean nuevas realidades sociales.

Castoriadis propone que hay “cohesión interna de lo que se llama la urdimbre de significaciones que empapan, orientan y dirigen la vida social de los individuos: el magma de las significaciones imaginarias sociales que cobran cuerpo en la institución de la sociedad; padre-madre-hijo-dios-tabú, son lo que son en virtud de las significaciones imaginarias sociales3”. Es decir que, por ejemplo, no es lo mismo decir “vaca” en Argentina que en India, ya que algo no es por lo que es sino por cómo se lo piensa. Arbitrariamente creemos en modos de relacionarnos, hablar, actuar y vivir sin darnos cuenta del filtro cultural que determina nuestra existencia.

El autor explica que, dentro del imaginario, existen dos vertientes: la primera siendo el Imaginario efectivo o instituido; el segundo, el Imaginario radical/instituyente. En este último “reside la creación, el no determinismo4”; así nuevos filtros emergen para variar el modo en el que sentimos la realidad que nos rodea y contiene. A este respecto, Castoriadis dice que “Toda sociedad instaura, crea su propio mundo en el que ella está incluida. Es esta organización de la sociedad lo que define, por ejemplo, lo que para esa sociedad es información y el valor y sentido de ésta. Toda sociedad es un sistema de interpretación del mundo, una construcción, una constitución, creación de su propio mundo5”.

Con este post, entonces, los invito a hacer una lectura de la sociedad en la que cada uno vive y los modos en los que creemos que las cosas tienen que ser hechas, dichas y pensadas. Una invitación a interrogarse sobre las cosas que creemos que son naturales.

1-5 Castoriadis, C.: Los dominios del hombre, las encrucijadas del laberinto. Barcelona, Editorial Gedisa, 1988. Capítulo: “Lo imaginario. La creación en el dominio histórico y social”

martes, 3 de agosto de 2010

Althusser, Estado y marxismo

Estimados lectores, hoy traigo un poco de sociología para condimentar nuestro blog, ya que considero que el hombre es inherentemente social siendo que con otros se construye, al mismo tiempo que construye el medio que, dialécticamente, lo afecta, no es posible concebir individuo alguno en el que lo socio- histórico- cultural no se imbrique en su pensar, actuar y sentir.

Así, nos preguntaremos: Cómo define el marxismo al Estado, y qué aporte hace Althusser a su definición?

El marxismo concibe al Estado explícitamente como aparato represivo, se lo considera una "máquina" de represión que permite a las clases dominantes asegurar esta dominación sobre la clase obrera para someterla al proceso de extorsión de la plusvalía (es decir, a la explotación capitalista). Wikipedia nos extiende sobre el concepto de plusvalía: es el valor que el trabajo no remunerado al trabajador asalariado, crea por encima del valor de su fuerza de trabajo y que se apropia gratuitamente el capitalista, que forma la base de la acumulación capitalista1. Es decir que el capitalista es quien se queda con este quantum, produciendo la acumulación capitalista.
Según el marxismo, El estado es, ante todo, el aparato de estado, que se define como la fuerza de ejecución y de intervención represiva "al servicio de las clases dominantes": en la lucha de clases es realmente el Estado y define perfectamente su "función" fundamental. Marx ponía el acento en la función represiva del Estado, precisamente porque éste ocultaba esa función; en general, el Estado se presenta como el representante de los intereses de la sociedad en su conjunto, como representante de la nación, como institución neutra respecto de las diversas clases sociales y como garante de la igualdad a través de las normas del derecho2. No obstante, existe una función de represión que, como vimos, no es explícita. A tener en cuenta también, es que debemos distinguir entre a) el poder de Estado (conservación/ toma del poder del estado) objetivo de la lucha de clases, y b) el aparato de estado (aparato especializado: policía, prisiones, ejército, jefe de Estado, Gobierno y administración); de esta manera vemos que el objetivo de la lucha de clases concierne al poder del Estado y, en consecuencia, a la utilización del aparato de Estado por las clases que tienen el poder de Estado en función de sus objetivos de clase. El marxismo sostiene que el proletariado es quien debe tomar el poder de Estado de un modo totalmente diferente, proletario, y elaborar en las etapas posteriores un proceso radical, el de la destrucción del Estado3.

Althusser amplía estas ideas: Para hacer progresar la teoría del Estado es indispensable tener en cuenta otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no se confunde con él: los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE): designamos con este nombre cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas (a- AIE Religiosos, b- AIE Escolar, c- AIE Familiar, d- AIE Jurídico, e- AIE Político, f- AIE Sindical, g- AIE de Información y h- AIE Cultural)4. El autor explica que, si existe un aparato de Estado, existe una pluralidad de aparatos ideológicos de Estado; y la mayor parte de éstos provienen del dominio privado, a diferencia del Estado que pertenece al dominio público5. sin ir más lejos, piensen en cómo los medios, por ejemplo, forman opinión; ellos son mucho más que comunicadores al dar su punto de vista que, muchas veces, pasan inadvertidas… Althusser cree que otra diferencia fundamental es que el aparato (represivo) de Estado “funciona mediante la violencia”, en tanto que los AIE funcionan mediante la ideología, que está siempre unificada bajo la ideología dominante, que es la de la “clase dominante”6. Aquí podemos hacer un comentario: no siempre las ideologías están a favor de la ideología dominante, muchas veces van en contra de ésta.

ALTHUSSER, LOUIS; Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Buenos Aires, Nueva visión, 1988.

miércoles, 14 de julio de 2010

Pierre Bourdieu y la Violencia Simbólica

Después de mucho tiempo sin escribir, vuelvo, y vuelvo con Bourdieu: Pierre Bourdieu nació en 1930 en Denguin, Francia. Obtuvo el nombramiento de Doctor Honoris Causa por las universidades Libre de Berlín (1989), Johann-Wolfang-Goethe de Fráncfort (1996) y Atenas(1996). Fue uno de los sociólogos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Sus ideas son de gran relevancia tanto en teoría social como en sociología empírica, especialmente en la sociología de la cultura, de la educación y de los estilos de vida.

Tuve la suerte de conocerlo cursando una materia llamada Psicología Institucional el año pasado, y lamento profundamente que en nuestra formación como psicólogos no se incluyan más ideas como las suyas, que abren un poco el panorama (aunque, a decir verdad, a regañadientes) de los pobres estudiantes de psicología de la UBA que, honestamente, mucho no salimos del psicoanálisis freudiano-lacaniano.

Sin más preámbulos, les comento que Bourdieu se ha interesado por la forma en la que el conocimiento es aprehendido en los sujetos; así, cree que la interrogación crítica de los conocimientos e ideas es lo que se impone como la única forma de evitar lo que él llama “ese principio sistemático de error”1 que supone la visión soberana. No puedo más que estar de acuerdo con esto, ya que si nada se interroga y cuestiona, el resultado, inevitablemente, es un único punto de vista, una única verdad. Bourdieu continúa explicando que “el conocimiento por sí solo ejerce un efecto liberador cada vez que una parte de la eficacia de los mecanismos cuyas leyes de funcionamiento estable depende del desconocimiento, es decir, cada vez que se enfrenta a los fundamentos de la violencia simbólica, definida ésta como la eficacia de mecanismos cuyas leyes de funcionamiento estable dependen del desconocimiento”2. Es decir, que no por nada el saber se ha transformado en algo tan valioso; la educación está muy lejos de proveer herramientas para una interrogación crítica, y eso es lo que hace falta: conocer y poder pensar sobre lo que se conoce, y hay que tener en cuenta también quién es el que hablar cuando se habla: “La objetivación está destinada a ser siempre parcial, por ende, falsa, mientras ignore o se niegue a ver el punto de vista a partir del cual se enuncia, es decir, el juego en su conjunto. El construir el juego como tal, o sea, como un espacio de posiciones objetivas que es causa, entre otras cosas, de la visión que pueden tener los ocupantes de cada posición sobre las demás posiciones y de sus ocupantes, es obtener el medio de objetivar científicamente el conjunto de las objetivaciones más o menos reduccionistas a las que se entregan los agentes metidos en la lucha y de percibirlas como lo que son: estrategias simbólicas dirigidas a imponer la verdad parcial de un grupo como la verdad de las relaciones objetivas entre los grupos”3. Las verdades siempre son parciales en la medida que son subjetivas, la objetividad no existe más que para ciertos grupos, con ciertos intereses y un determinado punto de vista, que no todos comparten. Y Bourdieu nos recuerda que “si hay una verdad ésta es que la verdad es un objeto de lucha”4. Así, vemos que es necesario reparar en que cada una de las “verdades” que se sostienen no son más que verdades a medias, y que hay que saber reconocer el momento socio-histórico y cultural en el que se crean y desarrollan. Aprendamos a ser más críticos, a interrogarnos sobre lo que conocemos, sobre los actores en juego cada vez que un hecho se toma como una verdad inexorable, ya que nada lo es a menos que creamos en ello.

1, 2, 3, 4. Bourdieu, P.: Sociología y Cultura. Méjico, Grijalbo; 1990.

lunes, 3 de agosto de 2009

Paranoia y Cuarto Poder


Lo primero que me pregunto es el por qué. El por qué de tanto miedo, tanta “prevención” desenfrenada sin razón aparente, de la paranoia que hace que ya no podamos seguir con nuestras vidas como las habíamos organizado hasta no hace tanto. Y la verdad que no puedo explicar lo que está sucediendo sin apelar a la reflexión, al descreimiento y al rápido cambio de canal.
Y una vez más me acuerdo de aquello a lo que llaman el cuarto poder Muchas veces me interrogué sobre la razón por la cual lo llaman así, ¿cómo es posible que los medios tengan tanta influencia en la sociedad?, ¿cómo pueden conseguir tener tanta razón por sobre la realidad? Pero bueno, convengamos que la realidad no es ni única ni estática, que todo está construido y nada es natural. Pero sé que, lamentablemente, somos pocos los que tenemos las herramientas para darnos cuenta que cada ubicación geográfica, en cada momento socio-histórico con una determinada conjunción de poderes, mentes, sabiduría, educación, posibilidades de interrogarse y reflexionar tiene una realidad propia. Sabemos que la realidad de nuestro país hoy no es la de treinta años atrás, y mucho más lejos está de ser similar a la de, digamos, Oriente.
Y esta realidad que nos embebe se erige, principalmente, de la cantidad, calidad y forma de la información que nos llega en todo momento, y aunque no quieras. Información que recibimos teñida de altos porcentajes de intereses políticos y económicos en los que terminamos creyendo por repetición; creo que Aldous Huxley tenía mucha razón al afirmar, en su libro Un Mundo Feliz, que "Sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones hacen una verdad." Y si estas afirmaciones no tienen a ninguna autoridad instituida de alguna manera que las contradiga… bueno, tranquilamente creemos en su verdad inherente y nuestra realidad las incluye como si, empíricamente, estuvieran demostradas.
Todo esto “gracias” a las nuevas tecnologías que nos permiten estar informados, queramos o no, en todo momento y situación; dentro de los medios de transporte, fuera de ellos cubriendo las paredes, en enormes carteles que nos hipnotizan, en la televisión, radio, periódicos, revistas, y ahora, incluso, en nuestros celulares, las palabras parecen inundarnos, la información sobra, chorrea, nos excede. Creo que es muy valioso ponernos a reflexionar sobre esto, porque todos estos datos entran en nuestras vidas todo el tiempo y son ellos los responsables de que la realidad se construya de cierta manera y no de otra. Y, por otro lado, aquello que no forma parte de este universo de significaciones que nos rodea, simplemente, no está en nuestro universo, o sea “no existe”. Aunque ahora esté al alcance de la mano en cualquier biblioteca, aunque ya no haya que quemar libros por miedo a desaparecer, el conocimiento está tan desvalorizado, y las luces y los cuerpos tan supravalorados que igual cumplen su cometido de silenciarnos.
Obviamente, y siguiendo a Darwin, todo lo que no se usa se atrofia y desaparece, y a nosotros nos han enseñado a no usar la reflexión, la interrogación, a no preguntar el por qué ni dudar de las autoridades que la sociedad, desde muy chicos, nos impone. Empezando por el colegio, donde el que pregunta de más es siempre aquel que su nombre es recordado por todas las maestras; más tarde, ésa misma persona es despedida porque quiso conocer y hacer valer sus derechos. Esta misma persona sabe que la frase “mejor no hablar de ciertas cosas” sólo tendría que hacernos hablar de esas cosas. De todas las cosas. Esa persona es muy conciente de que el silencio es encubridor y odia la frase “ojos que no ven, corazones que no sienten”, porque sabe que los corazones sienten igual. Esa persona quiere saber más, quiere saber los datos comprobados, quién y cómo los comprobaron, por qué fueron comprobados de una forma y no de otra, y quiere, por sobre todas las cosas, poder elegir qué formará parte de su propia realidad.

sábado, 1 de agosto de 2009

¿Lo digo o no lo digo?

Entre las muchas y variadas enseñanzas que mi padre me ha legado, hay una frase que siempre, por una u otra razón, recuerdo, y dice así: “Podés hacer lo que quieras en la vida, menos evitar las consecuencias”. De más está decir que puede aplicarse a cualquier accionar; siempre uno termina dándose cuenta que los efectos concomitantes de algo que hizo o dejó de hacer, expresó o se olvidó de decir (sin traer aquí a Freud, que, con gusto, nos ayudaría a descubrir el porqué de tal “olvido”) muchas veces escapan a lo que uno esperaba o siquiera imaginaba.

Hete aquí que, en más de una ocasión, nos encontramos tratando de explicar lo inexplicable. Claro, es complicado para nosotros, que estamos seguros de no haber querido ofender ni lastimar a nadie, explicar nuestro accionar a alguien que, obviamente, no tiene el mismo panorama y resultó lastimado u ofendido. Muchas veces es casi imposible aclarar lo que dijimos, y en contadas ocasiones es tan complejo el asunto que las personas dejan de hablarse, empiezan a cambiar de opinión sobre alguien, e incluso pequeñas guerras tienen lugar por lo que fue, en un principio, sólo un comentario, una frase, un “decir”.

Yo me pregunto: ¿Dónde está el límite entre lo que uno tiene “derecho” a decir y aquello que es “mejor callar”?, ¿Cómo hace uno para que aquello inherente a la vida social, las palabras, sean sólo lo que les pedimos que sean?, ¿Para que los términos que brotan de nuestros labios no signifiquen nada más que lo que representan al momento de decirlas?, ¿Cómo explicar nuestra propia imparcialidad?

Creo que las respuestas son diferentes para cada uno de nosotros; tan variadas como variedad de subjetividades uno puede encontrar. Para muchos de nosotros ciertas palabras no se pueden decir, para otros algunos fonemas son ofensivos, insultantes o incluso blasfemos; otros tendrán miedo a hablar por “el qué dirán”, o “para no quemarlo”, o, incluso, para que no pase lo temido al nombrarlo, al hacerlo palabra. La palabra nunca es ella sola, siempre es ligazón entre sujetos, entre significaciones, entre intenciones; ya Watzlawick nos advirtió, en su Teoría de la Comunicación Humana, de los peligros que corremos al, justamente, comunicarnos, confundiendo intencionalidades, objetivos y puntuaciones de nuestro inocente interlocutor. Muchos repiten incansablemente el mismo discurso, tratando de convencerse de que es así y no hay otra forma de verlo, sintiéndose cuasi ultrajados si alguien trata de contarles que existen otras formas de pensar, hablar y comunicarse. Por suerte también están los que reaccionan agradecidos y curiosos cuando alguien es diferente, sin catalogar bajo la eterna (y cansadora) lógica binaria, que demanda que la gente sea “como uno” o “no como uno”; que el discurso de otro individuo sea solamente “verdadero” o “falso”; que sea catalogado como “bueno” o “malo”, que entre en los límites de lo “normal” o “anormal”, que sea “sano” o “enfermo” en última instancia. ¿Porqué será tan difícil entendernos bajo un “Y” en vez de un “O”?, ¿Porqué tenemos esa ¿naturaleza?, ¿costumbre? de segregar y excluir en vez de incluir?

Y si nos ponemos a pensar, si, le decimos “loco” a todo aquel que no encaje con lo que solemos, esperamos o quisiéramos ver, escuchar o tratar; aunque sea en broma, incluso en ese momento estamos fundando significado. Significado que, otra vez, puede ser ofensivo, insultante… o discriminativo. Etiquetamos así a las personas, suponiendo que están “locas” por no tener el mismo rango de accionar permitido que nosotros nos permitimos tener.

Muchas veces uno no se da cuenta que es imposible que todos pensemos, actuemos o hablemos igual; es más, sería harto aburrido que el pensamiento sea único, compartido e ideal. Y más que aburrido sería un arma perfecta; un instrumento de control masivo que fácilmente nos dejaría a todos contentos y sin ganas de pensar más allá, sin necesidad alguna de hacernos preguntas, de cuestionar, de problematizar, de interrogarnos acerca del por qué, del cómo, de las razones que nos llevan a pensar de esa manera y no de otra. Porque en este universo imaginario no habría “otra”, como no hay manera de cuestionar, por ejemplo, a Dios; el dogma requiere la mayor entrega, la menor duda, la menor opinión, la única creencia de verdad absoluta, de realidad. De conformidad.

Yo creo que, con un alto nivel de tolerancia y escucha, bajando un poco los puños y siendo un poco más “otro” con el “Otro” podemos avanzar. Podemos pensar más allá de yo/no yo para empezar a ver que lo distinto no siempre es de temer; que las diferencias no tienen porqué significar deficiencias. Que lo distinto muchas veces nos abre la posibilidad de pensar más allá, de tener en cuenta más variables; la homogeneidad es imposible si consideramos la heterogeneidad que nos funda, y ésta es (o tendría que ser) fuente de riqueza y no de descrédito, debería ser nuestro orgullo y no nuestra vergüenza.

viernes, 20 de marzo de 2009

Piera Aulagnier - René Spitz

Hola! cómo están tanto tiempo?
Elegí para esta edición a una autora muy poco conocida, llamada Piera Aulagnier, quien fuera alumna de jaques Lacan, esposa de Cornelius Castoriadis y una de las más grandes psicoanalistas de su época; llegó a fundar la Organización Psicoanalítica de la lengua francesa y a dirigir una revista de nombre Topique.
Sus más conocidos desarrollos explican la importancia de la madre en los primeros años de vida del niño. En estos primeros encuentros del bebé con la madre, hay un predominio de los contactos cuerpo a cuerpo que pasan a ocupar el primer plano de la relación, por medio de la alimentación, de los cuidados corporales y caricias que ella implementa. Los contactos corporales en una primera instancia, conforman el centro de la escena destacándose entre ellos la función alimentaria que es acompañada de palabras, susurros y cantos, que aunque no cobran aún para el bebe valor de significados, si conforman primeros significantes. Un poco más preciso sería decir que los primeros contactos que se dan con la Madre, con el Cuerpo Materno, en verdad lo son con los procesos psicosomáticos despertados en ella a partir de la presencia (o ausencia) en su psiquismo de la representación “hijo” (lo cual puede comenzar mucho antes del nacimiento del mismo y puede terminar (o no) de producirse con la alimentación. Lo que con otra terminología se diría: encuentro con el Deseo de la Madre, la utilización de esta otra denominación permite destacar procesos de manera localizada, no recurriendo a formulaciones totalizadoras, algo abstractas, a-tópicas. El encuentro del aparato psíquico naciente, es con los procesos psicosomáticos que se han despertado en la madre a partir del estado de afecto ( presencia o ausencia) en su psiquismo de la representación hijo. Es que para la madre, para el aparato psíquico materno, para el Deseo materno, si se quiere, el naciente es un elemento heterogéneo a sí, que tendrá que metabolizar.
Para el psiquismo naciente se torna vital el contacto (sensorial) con la madre, el Otro (por humanizante) Primordial porque los distintos sentidos que intervienen en esos primeros contactos corporales de alimentación y cuidados en general, con los procesos psicosomáticos maternos, van a informar sobre el estado afectivo del encuentro[1].

Lo importante aquí son las condiciones en las que los encuentros se dan: la tonalidad, el entonamiento afectivo en que se realiza este encuentro?. Piera nos cuenta: Es un tipo de información que no podemos menos que denominar libidinal. Esta información libidinal es la que muestra la presencia o ausencia del Principio del Placer en el encuentro: aparato psíquico materno-aparato psíquico naciente”. La presencia o ausencia en principio del Principio de placer es fundamento de la puesta en marcha del proceso de representación. Esto quiere decir que el Principio de placer es una condición de inicio de la puesta en marcha de la actividad de representación para del proceso originario[2].

La explicación continúa un poco más: La representación correspondiente al trabajo de representación de lo originario cuando está regulada por el Principio de Placer es el pictograma de fusión[3]. Éste es quien une soma y psiquis, quien permite esta amalgama. Si no fuera posible tan unión, estaríamos en presencia de los efectos somáticos tanto en niño y adolescentes, cuando existen fracasos en la constitución del pictograma de fusión, son producto de que no se dieran las condiciones relativas a la participación del Principio de Placer en el proceso del encuentro. Sólo mencionaremos que se produce un tipo efecto que llamaremos pictograma de rechazo cuya incidencia se hace notoria en procesos de patologías graves[4].

En relación a estas líneas, también otras teorizaciones nos ponen en preaviso sobre la importancia no sólo del contacto físico, si no de la necesidad de un espacio, un lugar en el que el niño pueda encontrarse, formarse, identificarse y formar su identidad.
el concepto del que hablo es el de Hospitalismo, que fuera fundado por René Spitz, en 1946, al observar lo que les ocurría a aquellos niños pequeños que, viviendo en orfanatos, no tenían acceso más que a comida e higiene, faltándoles el afecto que la función materna se encarga de proveer. El trastorno se explica de la siguiente manera: La carencia de relaciones objetables imposibilitan la descarga de los impulsos agresivos, y el niño la resuelve haciendo que estas reinviertan sobre si mismo. Esta autoagresión se traduce en fuertes cabezazos contra los barrotes de la cuna, en darse dificultades para asimilar los alimentos que les son ofrecidos.
La carencia afectiva se prolonga la indiferencia se acentúa llegando a un estado de atontamiento y estupor que Spitz denomino depresión anaclítica. Hay una regresión del desarrollo motor y estado somático resulta severamente afectado: decaimiento del estado general, perdida progresiva de peso, debilitamiento de las defensas del organismo frente a las infecciones que se repiten, llegando a un estado de miseria física próximo a la caquexia que facilita la mortalidad
El único tratamiento curativo del síndrome de frustración precoz es el maternaje: vuelta de la madre o cambio de su actitud o sustitución eficaz por otra persona[5].




[5] http://www.educacioninicial.com/ei/contenidos/00/0500/508.ASP

viernes, 23 de enero de 2009

Juventud - por Antonella D'Alessio

Hoy el posteo es personal; esto lo escribí para presentarlo en las jornadas de la cátedra Grassi de Adolescencia el año pasado, espero que lo disfruten! =)



¡Juventud, divino tesoro! ¡Cuántas veces hemos escuchado esta frase de Rubén Darío! Pero creo que, a la hora de definir lo que es la juventud, las cosas se complican, ya que no podemos negar que este concepto, como tantos otros que nos marcan como sociedad, está, justamente, construido socio-históricamente, y, lamentablemente, este momento socio-histórico que nos toca no es el más propicio para construir un lugar donde la juventud pueda creer, soñar, y crear, por sobre todas las cosas… Cada sociedad se distingue de otras, justamente por crear una realidad propia alrededor de la cual la vida se ordena; su realidad instituida que siempre estará en lucha con la instituyente, quien lleva la bandera del cambio, de la transformación; esta realidad tiene como meta constituirse en lo establecido, y dictar, así, ordenamientos distintos a los conocidos. Así las distintas culturas se ordenan de manera distinta ante diversas realidades; se ordena o lucha, se acomoda o exilia, se acostumbra o se deprime ante este instituido.

Creo que la juventud ahora está “extendida”, digamos, ya que antes de los treinta años casi nadie se casa, y de los pocos que logran graduarse, son cada vez menos los que pueden darse el lujo de vivir de eso que eligieron como su camino de vida. Me refiero a que, lo que hoy llamamos juventud en otra época no era tan así; sin ir más lejos, nuestros padres – o la mayoría de ellos- a la tierna edad de 24, 25 años ya estaban casados o con miras a hacerlo y formar una familia. Nosotros hoy no podemos decir lo mismo; ahora la prioridad no es la descendencia sino el self. Y éste requiere cuidados que nos llevan largos años lograr: una carrera, una casa, un auto, libertad económica… cosas que, antes era más fácil conseguir, quizás con ayuda de mamá y papá, quizás sin tanto bombardeo publicitario lleno de ideas globalizadas, consumistas que crean falsas necesidades que hay que cambiar pronto, antes de que el modelo ya sea viejo, lo que ocurre infaliblemente al mes de haber comprado el producto “perfecto”. En vez de recuerdos encubridores, deseos encubridores de lo que realmente una persona necesita.

Hoy, la juventud se extiende tanto para adelante como hacia fuera: las posibilidades de triunfar en el exterior parecen brillar con fulgurantes luces de colores ante la oscuridad de un incierto futuro; una eterna incógnita envuelve a un país que alguna vez fue prometedor, pero hoy exporta todo lo que podría marcan un cambio, una diferencia; exportamos atletas, pensadores, científicos, carne, soja… y así esperanzas, ideales, amigos y familiares, se pierden en la búsqueda de otro lugar que pueda hacer todo lo que este no hace, dar todo lo que el vacío institucional ya no puede ofrecer. Incluso con lo doloroso que el auto exilio puede ser. La juventud hoy, acá, en este sacudido país, se identifica lleno de esperanzas de un futuro exitoso, pero siempre más allá de nuestras tierras, ya que ese lugar aquí ha sido borrado, aniquilado, o quizás sólo fue privatizado, y ahora el Estado ya no se hace cargo de eso…

Yo creo que la juventud argentina hace tiempo no muestra saber que es poseedor de la posibilidad de goce y futuro, de potencial creador, transformador; quizás por que falta algo con lo que se puedan identificar; por que eso, hace tiempo ya que acá dejó de estar. O quizás lo tienen escondido en el mismo lugar que guardan la justicia, la igualdad, la seguridad, el patriotismo genuino, el espíritu solidario, las ganas de cambiar (para mejor) y la calidad de vida de un pueblo que se cansó de tiranos, mentiras, injusticias día a día y ridiculeces políticas.

Un pueblo que está harto de esperar, de tener esperanzas de llegar a fin de mes con lo justo, de buscar en la juventud una herramienta de cambio. Un pueblo al que constantemente le llenan la cabeza de circo – ¡sin siquiera el pan!- para evitar que el razonamiento que Descartes postulara como común a todo sapiens sapiens de frutos, ya que los 30.000 jóvenes que todavía lloramos no tienen voz desde la desaparición forzosa. Ni ellos ni las miles de chicas que todavía desaparecen en democracia, ni los cinco millones y medio de jóvenes argentinos que viven en condiciones de pobreza, ni aquellos que se encuentran entre los 300.000 menores de entre 12 y 15 años que consumen alcohol con regularidad están en condiciones de luchar por su futuro, de proclamar su derecho a la educación, a la libertad, a la igualdad. Ni ellos ni nosotros, según parece, tratando de hacer nuestro camino en una facultad cada vez más vapuleada por el Estado, cada día más triste, más vacía de pensamiento individual.

Por todo esto yo creo que la juventud hoy día tiene que esforzarse, y tener fe en ella misma, para lograr algo, para poder luchar; pero también creo que vale la pena hacerlo y que el cambio, las posibilidades, el potencial están en nosotros, y eso lo tenemos que creer para descubrirlos y construir nuestra propia realidad.

Quisiera terminar estas líneas con una frase de John Lennon que creo deberíamos interiorizar, para darle lugar a nuestros sueños, antes que a la desesperanza:

“Podrán decir que soy un soñador, pero no soy el único”

lunes, 29 de diciembre de 2008

Peter Berger & Thomas Luckman - La Construcción social de la Realidad

El libro “la construcción social de la realidad” fue escrito por Peter Berger y Thomas Luckman en el año 1967; brindan, en él, una visión muy interesante sobre cómo se construye la realidad día a día. A lo largo del libro analizan fenómenos tales como la vida cotidiana, la interacción entre las personas, la objetividad y la subjetividad. Veamos algunas ideas brillantes que nos ofrecen estos autores:

La vida cotidiana se presenta como una realidad interpretada por los hombres y que para ellos tiene el significado subjetivo de un mundo coherente. El mundo de la vida cotidiana se origina en los pensamientos y acciones de los miembros de la sociedad, y está sustentado como real por éstos”1. O sea, que la vida cotidiana es nuestra realidad por excelencia, ya que vivimos dentro de ella, y las cosas que suceden difícilmente son cuestionadas o puestas en duda.

“Objetos distintos parecen ante la conciencia como constitutivos de distintas esferas de la realidad (familia - sueños) y de eso depende la tensión que produzcan y la atención prestada. Entre las múltiples realidades hay una que se presenta como la realidad por excelencia, y es la realidad de la vida cotidiana. Ésta se impone sobre la conciencia de manera masiva, urgente e intensa en el más alto grado”2. Seguimos con la idea de que la vida cotidiana “fuerza” su integración en nuestra conciencia, ya que nos rodea, nos encierra, nos incluye.

Aprehendo a esta realidad como una realidad ordenada, constituida por un orden de objetos que han sido designados como tales antes de que yo apareciese en escena. El lenguaje dado en la vida cotidiana me proporciona continuamente las objetivaciones indispensables y dispone el orden dentro del cual éstas adquieren sentido y dentro del cual la vida cotidiana tiene sentido para mí. El lenguaje marca las coordenadas de mi vida en la sociedad y llena esa vida de objetos significativos”3. Nunca se pusieron a pensar en la violencia del lenguaje? Y lo útil que es para nosotros saber cómo se llama cada cosa? Las palabras nos “atraviesan”, nos recubren, y, gracias a ellas podemos comunicarnos y vivir dentro de un universo ordenado de leyes y reglas, arbitrarias pero imprescindibles… el lenguaje nos brinda la oportunidad de conocernos, expresarnos, describirnos… Creo que es muy importante reflexionar acerca de cómo ciertas palabras prácticamente no se usan y otras sí se usan continuamente, creando, así, un universo de significados que delimitan lo posible en nuestra vida cotidiana. Sin ir más lejos, al palabra “flogger” o “emo”, antes no significaba nada; hoy, todo el mundo tiene algo para decir sobre éstas.

“La realidad de la vida cotidiana se da por establecida como realidad; no requiere verificaciones adicionales sobre su sola presencia y más allá de ella. Sé que es real. Se impone por sí sola y cuando quiero desafiar esto debo hacer un esfuerzo deliberado y nada fácil.

Otras realidades aparecen como Zonas Limitadas de Significado, enclavadas dentro de la suprema realidad caracterizada por significados y modos de experiencia circunscritos; por ejemplo la realidad de los sueños, el pensamiento teórico, el mundo de los juegos o el teatro”4. Es decir que la vida que vivimos día a día, las rutinas, no son puestas en duda, ni siquiera pensadas en muchas ocasiones; para que nos parezca raro, por ejemplo, algo como saludarse con un beso, tendríamos que ponernos “en los pies de otro” para poder entender razones por las cuales eso podría llegar a ser “no normal”, ya que lo normal se hace con la práctica, básicamente. Si todo el mundo lo hace deja de ser raro, y aunque algunos pocos piensen que ese comportamiento debería ser de otra manera, o que está mal, es difícil poder catalogarlo como “raro”.

“Los universos simbólicos son cuerpos de tradición teórica que integran zonas de significado distinto y abarcan el orden institucional en una totalidad simbólica (realidades que no son las de la vida cotidiana).

El universo simbólico se concibe como la matriz de todos los significados objetivados socialmente y subjetivamente reales; toda la sociedad histórica y la biografía de un individuo se ven como hechos que ocurren dentro de este universo, así como también las situaciones marginales (sueños, fantasías) y dentro de él se explican y quizás también los justifica”5. Creo que el universo simbólico sería equiparable al “cerco de sentido” de Cornelius Castoriadis: “la autonomía del ser vivo es su cerco, su cerco de organización, de información, de conocimiento. (…) es el estado en el que son dados de una vez por todas los principios, los valores, las leyes, las normas y las significaciones y en que la sociedad o el individuo según los casos, no tiene ninguna posibilidad de obrar sobre ellos.”6. De esta manera, Castoriadis da cuenta de cómo estas significaciones sociales, como él las llama, instituyen verdades, categorías y maneras de organizar la sociedad, que es, obviamente, particular de cada momento socio-histórico. Siguiendo estas ideas, nuestros autores extienden: “El universo simbólico ordena y por ende legitima los “roles” cotidianos, las prioridades y los procedimientos operativos colocándolos en el contexto del marco de referencia más general que pueda concebirse.

El universo simbólico también posibilita el ordenamiento de las distintas fases de la biografía, cada una de las fases biográficas se legitima como modo de ser en el universo simbólico, y esta simbolización induce sentimientos de seguridad y pertenencia. La identidad se legitima definitivamente situándola dentro del universo simbólico. El individuo puede vivir en la sociedad con cierta seguridad de que realmente es lo que el considera que es cuando desempeña sus “roles” sociales de rutina, a la luz del día y ante los otros significantes”7. ¿Se entiende? O sea que la realidad de lo que se vive en el “día a día” con las otras personas que comparten nuestra vida cotidiana es la que nos ordena, nos ubica dentro de un plano más grande que ya existía cuando nosotros llegamos, y que perdurará más allá de nuestra muerte.

“Los procedimientos específicos para el mantenimiento de los universos se hacen necesarios cuando el universo simbólico se ha convertido en problema; mientras esto no suceda, el universo simbólico se autolegitima por la sola facticidad de su existencia objetiva en la sociedad de que se trate.

Una ocasión importante para el desarrrollo de la conceptualización destinada al mantenimiento de los universos es la que se presenta cuando una sociedad se enfrenta con otra que posee una historia distinta; el universo como alternativa que presenta la otra sociedad debe ser enfrentado esgrimiendo las mejores razones que puedan existir para apoyar la superioridad del propio, lo que demanda un mecanismo conceptual de gran sofisticación”8. Es decir que la realidad que vivimos sólo se pone en duda cuando otra realidad, quizás más prometedora asoma la nariz y causa confusión; esto puede desencadenar, eventualmente, en una revolución con espíritu de cambio… Veamos como se defienden estas realidades de los cambios profundos:

“Hay distintos mecanismos conceptuales para el mantenimiento de los universos de que disponemos históricamente: mitología, teología, ciencia y filosofía. La mitología es la forma más arcaica par el mantenimiento de los universos porque representa la forma más arcaica de legitimación en general. Basta definir la mitología como una concepción de la realidad que plantea la continua penetración del mundo de la experiencia cotidiana por fuerzas sagradas. El pensamiento teológico sirve para mediar entre estos dos mundos. La teología puede hallarse, si bien, más cerca de la mitología por el contenido religioso de sus definiciones de la realidad, está más próxima a las conceptualizaciones secularizadas posteriores por su ubicación social. A diferencia de la mitología, las otras tres formas históricamente dominantes de mecanismos conceptuales se convierten en propiedad de las elites de especialistas cuyos cuerpos de conocimiento se alejaban cada vez más del conocimiento común de la sociedad en general”9. Así vemos que, con la ayuda de la religión, los mitos y leyendas, entre otras, las personas pueden tolerar la realidad que “les tocó vivir”, ya que, de esa manera se justifica y explica la vida cotidiana de cada una.

Estos autores nos brindan, en este libro, una de las más valiosas herramientas para pensar y pensarnos; todo está construido, todo esta "armado" de alguna manera, por nosotros, día a día, palabra a palabra. Y creo que si todos fuéramos conscientes de estas sabias palabras de hace casi 50 años, podríamos tener una herramienta de cambio muy útil, el sólo pensar que todos fuéramos conscientes de lo que hacemos cuando hacemos, lo que decimos cuando hablamos, lo que afectamos al actuar... todo crea universos de sentido, todo cuenta, todo suma.

Gracias por leerme, y hasta la próxima!! =)


1, 2, 3, 4, 6, 7, 8, 9 - Berger, Peter; Luckmann, Thomas [1967] (1993) La construcción social de la realidad, Amorrortu, Buenos Aires.

5 - Castoriadis, C.: "Lo imaginario: la creación en el dominio socio-histórico" en Los dominios del Hombre. Encrucijadas del laberinto, Barcelona, Gedisa, 1988

 
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