lunes, 13 de diciembre de 2010

Castoriadis, Cornelius

En esta ocasión hablaré de un texto de Castoriadis llamado “Lo imaginario. La creación en el dominio histórico y social”, en el que el autor plantea dos cuestiones fundamentales, siendo la primera ¿Qué mantiene unida a una sociedad?. Y se responde que “Lo que mantiene unida a una sociedad es su institución (es decir en el sentido amplio: normas, valores, procedimientos, etc.), el complejo de todas las instituciones particulares que conforman y funcionan como un todo coherente1”. Es decir que todo lo que marca un hacer y un no-hacer, un cómo, dónde y cuando hacer, está “armado” digamos, construido, mejor. Construido por una sociedad y no por otra, en un momento histórico y no en otro, y por ciertos actores sociales en juego. Castoriadis cree que “La institución se impone por coerción-sensaciones, adhesión-apoyo-creencia-legitimidad y mediante la formación de la materia prima humana, el individuo social que incorpora instituciones y mecanismos de perpetuación de las mismas 2. O sea que hay más de una forma de crear esta realidad social, y entre ellas se cuentan las sensaciones (inseguridad, por ejemplo), coerción (de las fuerzas policiales, entre otras), adhesión y apoyo; creencia y legitimidad: esto implica que no siempre es por las buenas que se mantiene un paradigma. Muchas veces (o todas) la historia es escrita por los vencedores, quienes dictan nuevas leyes, normas, valores y modos de hacer y de pensar que desplazan a los anteriores y crean nuevas realidades sociales.

Castoriadis propone que hay “cohesión interna de lo que se llama la urdimbre de significaciones que empapan, orientan y dirigen la vida social de los individuos: el magma de las significaciones imaginarias sociales que cobran cuerpo en la institución de la sociedad; padre-madre-hijo-dios-tabú, son lo que son en virtud de las significaciones imaginarias sociales3”. Es decir que, por ejemplo, no es lo mismo decir “vaca” en Argentina que en India, ya que algo no es por lo que es sino por cómo se lo piensa. Arbitrariamente creemos en modos de relacionarnos, hablar, actuar y vivir sin darnos cuenta del filtro cultural que determina nuestra existencia.

El autor explica que, dentro del imaginario, existen dos vertientes: la primera siendo el Imaginario efectivo o instituido; el segundo, el Imaginario radical/instituyente. En este último “reside la creación, el no determinismo4”; así nuevos filtros emergen para variar el modo en el que sentimos la realidad que nos rodea y contiene. A este respecto, Castoriadis dice que “Toda sociedad instaura, crea su propio mundo en el que ella está incluida. Es esta organización de la sociedad lo que define, por ejemplo, lo que para esa sociedad es información y el valor y sentido de ésta. Toda sociedad es un sistema de interpretación del mundo, una construcción, una constitución, creación de su propio mundo5”.

Con este post, entonces, los invito a hacer una lectura de la sociedad en la que cada uno vive y los modos en los que creemos que las cosas tienen que ser hechas, dichas y pensadas. Una invitación a interrogarse sobre las cosas que creemos que son naturales.

1-5 Castoriadis, C.: Los dominios del hombre, las encrucijadas del laberinto. Barcelona, Editorial Gedisa, 1988. Capítulo: “Lo imaginario. La creación en el dominio histórico y social”

martes, 3 de agosto de 2010

Althusser, Estado y marxismo

Estimados lectores, hoy traigo un poco de sociología para condimentar nuestro blog, ya que considero que el hombre es inherentemente social siendo que con otros se construye, al mismo tiempo que construye el medio que, dialécticamente, lo afecta, no es posible concebir individuo alguno en el que lo socio- histórico- cultural no se imbrique en su pensar, actuar y sentir.

Así, nos preguntaremos: Cómo define el marxismo al Estado, y qué aporte hace Althusser a su definición?

El marxismo concibe al Estado explícitamente como aparato represivo, se lo considera una "máquina" de represión que permite a las clases dominantes asegurar esta dominación sobre la clase obrera para someterla al proceso de extorsión de la plusvalía (es decir, a la explotación capitalista). Wikipedia nos extiende sobre el concepto de plusvalía: es el valor que el trabajo no remunerado al trabajador asalariado, crea por encima del valor de su fuerza de trabajo y que se apropia gratuitamente el capitalista, que forma la base de la acumulación capitalista1. Es decir que el capitalista es quien se queda con este quantum, produciendo la acumulación capitalista.
Según el marxismo, El estado es, ante todo, el aparato de estado, que se define como la fuerza de ejecución y de intervención represiva "al servicio de las clases dominantes": en la lucha de clases es realmente el Estado y define perfectamente su "función" fundamental. Marx ponía el acento en la función represiva del Estado, precisamente porque éste ocultaba esa función; en general, el Estado se presenta como el representante de los intereses de la sociedad en su conjunto, como representante de la nación, como institución neutra respecto de las diversas clases sociales y como garante de la igualdad a través de las normas del derecho2. No obstante, existe una función de represión que, como vimos, no es explícita. A tener en cuenta también, es que debemos distinguir entre a) el poder de Estado (conservación/ toma del poder del estado) objetivo de la lucha de clases, y b) el aparato de estado (aparato especializado: policía, prisiones, ejército, jefe de Estado, Gobierno y administración); de esta manera vemos que el objetivo de la lucha de clases concierne al poder del Estado y, en consecuencia, a la utilización del aparato de Estado por las clases que tienen el poder de Estado en función de sus objetivos de clase. El marxismo sostiene que el proletariado es quien debe tomar el poder de Estado de un modo totalmente diferente, proletario, y elaborar en las etapas posteriores un proceso radical, el de la destrucción del Estado3.

Althusser amplía estas ideas: Para hacer progresar la teoría del Estado es indispensable tener en cuenta otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no se confunde con él: los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE): designamos con este nombre cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas (a- AIE Religiosos, b- AIE Escolar, c- AIE Familiar, d- AIE Jurídico, e- AIE Político, f- AIE Sindical, g- AIE de Información y h- AIE Cultural)4. El autor explica que, si existe un aparato de Estado, existe una pluralidad de aparatos ideológicos de Estado; y la mayor parte de éstos provienen del dominio privado, a diferencia del Estado que pertenece al dominio público5. sin ir más lejos, piensen en cómo los medios, por ejemplo, forman opinión; ellos son mucho más que comunicadores al dar su punto de vista que, muchas veces, pasan inadvertidas… Althusser cree que otra diferencia fundamental es que el aparato (represivo) de Estado “funciona mediante la violencia”, en tanto que los AIE funcionan mediante la ideología, que está siempre unificada bajo la ideología dominante, que es la de la “clase dominante”6. Aquí podemos hacer un comentario: no siempre las ideologías están a favor de la ideología dominante, muchas veces van en contra de ésta.

ALTHUSSER, LOUIS; Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Buenos Aires, Nueva visión, 1988.

miércoles, 14 de julio de 2010

Pierre Bourdieu y la Violencia Simbólica

Después de mucho tiempo sin escribir, vuelvo, y vuelvo con Bourdieu: Pierre Bourdieu nació en 1930 en Denguin, Francia. Obtuvo el nombramiento de Doctor Honoris Causa por las universidades Libre de Berlín (1989), Johann-Wolfang-Goethe de Fráncfort (1996) y Atenas(1996). Fue uno de los sociólogos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Sus ideas son de gran relevancia tanto en teoría social como en sociología empírica, especialmente en la sociología de la cultura, de la educación y de los estilos de vida.

Tuve la suerte de conocerlo cursando una materia llamada Psicología Institucional el año pasado, y lamento profundamente que en nuestra formación como psicólogos no se incluyan más ideas como las suyas, que abren un poco el panorama (aunque, a decir verdad, a regañadientes) de los pobres estudiantes de psicología de la UBA que, honestamente, mucho no salimos del psicoanálisis freudiano-lacaniano.

Sin más preámbulos, les comento que Bourdieu se ha interesado por la forma en la que el conocimiento es aprehendido en los sujetos; así, cree que la interrogación crítica de los conocimientos e ideas es lo que se impone como la única forma de evitar lo que él llama “ese principio sistemático de error”1 que supone la visión soberana. No puedo más que estar de acuerdo con esto, ya que si nada se interroga y cuestiona, el resultado, inevitablemente, es un único punto de vista, una única verdad. Bourdieu continúa explicando que “el conocimiento por sí solo ejerce un efecto liberador cada vez que una parte de la eficacia de los mecanismos cuyas leyes de funcionamiento estable depende del desconocimiento, es decir, cada vez que se enfrenta a los fundamentos de la violencia simbólica, definida ésta como la eficacia de mecanismos cuyas leyes de funcionamiento estable dependen del desconocimiento”2. Es decir, que no por nada el saber se ha transformado en algo tan valioso; la educación está muy lejos de proveer herramientas para una interrogación crítica, y eso es lo que hace falta: conocer y poder pensar sobre lo que se conoce, y hay que tener en cuenta también quién es el que hablar cuando se habla: “La objetivación está destinada a ser siempre parcial, por ende, falsa, mientras ignore o se niegue a ver el punto de vista a partir del cual se enuncia, es decir, el juego en su conjunto. El construir el juego como tal, o sea, como un espacio de posiciones objetivas que es causa, entre otras cosas, de la visión que pueden tener los ocupantes de cada posición sobre las demás posiciones y de sus ocupantes, es obtener el medio de objetivar científicamente el conjunto de las objetivaciones más o menos reduccionistas a las que se entregan los agentes metidos en la lucha y de percibirlas como lo que son: estrategias simbólicas dirigidas a imponer la verdad parcial de un grupo como la verdad de las relaciones objetivas entre los grupos”3. Las verdades siempre son parciales en la medida que son subjetivas, la objetividad no existe más que para ciertos grupos, con ciertos intereses y un determinado punto de vista, que no todos comparten. Y Bourdieu nos recuerda que “si hay una verdad ésta es que la verdad es un objeto de lucha”4. Así, vemos que es necesario reparar en que cada una de las “verdades” que se sostienen no son más que verdades a medias, y que hay que saber reconocer el momento socio-histórico y cultural en el que se crean y desarrollan. Aprendamos a ser más críticos, a interrogarnos sobre lo que conocemos, sobre los actores en juego cada vez que un hecho se toma como una verdad inexorable, ya que nada lo es a menos que creamos en ello.

1, 2, 3, 4. Bourdieu, P.: Sociología y Cultura. Méjico, Grijalbo; 1990.

 
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