viernes, 28 de noviembre de 2008

Ulloa - Cultura de la mortificación


Hola!!! En esta ocasión quiero traerles unos conceptos que me parecieron harto interesantes; el autor se llama Fernando Ulloa, quien falleciera a los ochenta y cuatro años el tres de junio del corriente año. Ulloa fue seguidor y colega de Enrique Pichon-Rivière, con quien trabajó en la vinculación entre psicoanálisis y política, y de Marie Langer, que fue discípula de Freud y una de las que introdujo el pensamiento del psicoanálisis en la Argentina. Trabajó sobre la ternura, las instituciones y tuvo un gran compromiso hacia los derechos humanos, trabajando sobre las consecuencias de la tortura en hijos de detenidos en la dictadura que supimos (y sabemos, todavía) sufrir.

La cultura de la mortificación fue uno de los conceptos que más me interesó, más que nada porque en su texto, Ulloa refiere, textualmente, a "ese humor del carajo" que atribuye a nuestra ciudad. Este concepto refiere a falta de fuerzas, una falta de viveza, un mal humor que aparecen acompañados de fatiga crónica. Dentro de ella, dice, la queja nunca se hace protesta ni lucha; se hace resignación. Plantea que tampoco hay transgresiones, sino infracciones: la infracción es un acto ventajista, descomedido, que no valora la vida. En cambio, la transgresión –según el autor- es fundadora de la toma de conciencia, de una teoría revolucionaria. Tres figuras de la psicopatología institucional llevaron a Ulloa a acceder a esta idea; entre ellas, el Síndrome de Violentación Institucional que hoy extenderé:

En El malestar en la cultura Freud plantea que una de las características de la organización de la sociedad humana es ser productora de malestar; según su parecer, la cultura obliga a la renuncia pulsional de los sujetos que en ella participan. Siguiendo esa idea, Ulloa (1995) habla del "síndrome de violentación institucional", pues considera que para pertenecer a una institución es necesario dejar de lado o limitar los propios deseos para instituir un proyecto común. Recordemos que, según la Real Academia Española, la palabra “violento/a”, se define como: Dicho del sentido o interpretación que se da a lo dicho o escrito, o falso, torcido, fuera de lo natural; que se ejecuta contra el modo regular o fuera de razón y justicia.

Este síndrome que conceptualiza Ulloa define aquella situación en la cual “la violentación legítima acordada que presupone toda cultura institucional” (lo que se relaciona con el concepto de “violencia primaria” de Piera Aulagnier, quien plantea que la madre ejerce violencia en la interpretación de las necesidades del infans, al estar esta interpretación indefectiblemente embebida del deseo materno, y éste puede distorsionar en menor o mayor grado las necesidades del niño) se vuelve arbitraria en su grado o en su origen, giro que también podemos relacionar con otro concepto de la citada autora, ya que ésta plantea a la “violencia secundaria” como la consecuencia de la imposición del deseo de la madre por sobre el de su hijo, situación que obstaculiza la capacidad de pensamiento autónomo ya que esta demanda no es escuchada por el genitor. Los sujetos afectados por este síndrome pierden “funcionalidad vocacional, capacidad creativa y eficacia clínica; y ganan en automatismos sintomáticos que los aproximan a las variadas formas de la caracteropatía del funcionario”1 . (recordemos que la caracteropatía define una organización patológica de los rasgos del carácter, que generalmente se expresa bajo la forma de estructuras de rigidez).

Ulloa explica que el resultado sobre el usuario de la institución es la pérdida del buen trato, entendiendo por esto el interés por su singularidad personal. Situación a la cual no se le ve la salida y, por tanto, conduce a la resignación y la pasividad, así como a la pérdida de sentido de la tarea. Esta violentación institucional también implica, según palabras de Ulloa, “la presencia de una intimidación, más o menos sorda, en función del acostumbramiento, que conspira contra el investir de interés personal la tarea que desarrolla; frente a este desinterés por lo propio, mal puede alguien prestar atención considerada a la actividad y al decir de los otros”2.

Ulloa explica que este síndrome está integrado por una “constelación sintomática: en primer lugar se advierte una tendencia a la fragmentación en el entendimiento, incluso en la más simple comunicación. Cada uno se refugia aisladamente en el quehacer propio” y el autor explica que esto nada tiene que ver con un interés personal por la tarea que ha incrementado, por el contrario, las funciones no se ve alteradas sino negativamente.

De esta manera, plantea que “de este aislamiento se suele salir para organizar los clásicos enfrentamientos entre “ellos” y “nosotros”, partes carentes de contenido argumental cierto”3. Así, explica en palabras muy precisas lo que sucede en muchos lugares de trabajo, donde las personas se enfrentan sin ningún tipo de razón lógica, sin siquiera pensar que los problemas personales que sufren pueden estar dados por un vacío institucional que los obliga a mortificarse continuamente y sin juicio aparente.

El autor cierra esta conceptualización aclarando que, “si se produce un pensamiento que rompe con esta estabilidad alienada, puede que se sancione esta renovada actividad pensante como delito de opinión o al menos como inoportuna perturbación de lo establecido”4, recordándonos bien dónde está nuestro lugar al querer cambiar lo que “es así”, quizás desde hace muchos años atrás; hay que ser cuidadosos al tratar de mejorar las condiciones de tal o cual lugar, ya que no siempre se entenderán nuestras intenciones de la manera en que nosotros las pensamos…

Espero que haya sido tan iluminador como fue para mí leer a este brillante autor; hay que pensar que, muchas veces, nosotros no somos los verdaderos “culpables” sino que hay que analizar las circunstancias, las instituciones que nos encierran, nos moldean, nos disciplinan, como diría Foucault.

Hasta la próxima, queridos lectores!! =)



1, 2, 3, 4 = Ulloa, F.: "Cultura de la mortificación y proceso de manicomialización: una reactualización de las neurosis actuales" en La clínica psicoanalítica. Historial de una práctica, Buenos Aires, Paidós, 1995

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Foucault: disciplinas y panóptico

Hola queridos lectores!

A continuación extenderé algunas líneas sobre Michel Foucault, más específicamente sobre las nociones de disciplinas y panóptico, que yo creo sirven muchísimo para pensar las formas en las que hoy estamos "esclavizados" socialmente; sin darnos cuenta formamos parte de una sociedad que nos controla todo el tiempo, nos mide, cuenta y categoriza en un intento por controlar el comportamiento y de asegurarse que consumamos todas esas porquerías, que creamos todos estos imbéciles discursos, y que seamos "buenos corderitos" mientras la educación, la salud y quiñen sabe cuántas isntituciones más son vapuleadas, desvalorizadas y pisoteadas día a día.
Hoy estoy muy política parece, pero es que ya me cansé de escuchar repetitivamente las guarradas de las que somos víctimas todo el tiempo, y las bizzareadas de un gobierno que, si señores, se caga olímpicamente en nosotros.
En otras ediciones haré un análisis a las publicidades nuestras de cada día, contra las que ya vengo formando uan bola de ira del tamaño de África.

Ahora, con ustedes, Michel Foucault, comenzando con el poder disciplinario:

El nuevo poder típico de la modernidad será el poder disciplinario, y, para poder instaurarse, necesitará, como lo postulara Enrique Marí, discursos del orden, que podrán ser jurídicos, éticos, religiosos o morales y también a las disciplinas como saberes científicos para sostener e instaurar prácticas, como así también fuerza o violencia, que será menor mientras más instituidos estén los imaginarios sociales que detenta, ya que éstos, como se explicó más arriba, organizan la sociedad; esto sucede, por ejemplo, por medio de mitos, leyendas, etc.

O sea que el poder necesita que los miembros de la sociedad puedan sentirse identificados con estas prácticas, y éstas deben formar parte de lo que castoriadis definió como “cerco de sentido”; lo que escape a éste no será factible de ser incorporado, asimilado a la sociedad ya que él delimita lo creíble y lo no creíble, lo que existe y lo que no dentro de un colectivo humano. Por lo tanto, toda práctica debe incluirse dentro suyo para ser considerada como tal y no como un chiste o algo sin sentido aparente. Sabemos que mucahs veces, en este bizarro país en el que vivimos hay cosas que escapan a esto, y al gobierno no parece importarle, como, por ejemplo, el tren de Puerto Madero, que creo, todos consideramos un chiste de muuuuy mal gusto, pero se hizo igual y funciona ridículamente trasladando cinco o seis turistas de un lado a otro de este sector de la cuidad taaaaan necesitado de transporte público rápido y nuevo. No jodamos, señores.


El poder disciplinario, entonces, se valdrá de las disciplinas, principalmente, para constituirse como tal. Éstas apuntan a la reorganización del tiempo y del espacio como punto de partida para la construcción de individuos, de manera tal que, en vez de contar con multitudes, pluralidades confusas se puedan construir individualidades que impliquen cuerpos discernibles, y permiten el control minucioso de las funciones del cuerpo, ya que su leitmotiv es hacer a los cuerpos dóciles, y, mientras más dóciles, más útiles, llevando cuenta de todos los movimientos realizados y consiguiendo la mayor economía para cada uno de ellos. El tiempo debe ser racional, acumulativo, lineal y debe estar orientado a favorecer la mayor racionalidad, en función de la máxima utilidad y obediencia del individuo.

Las disciplinas, así, se distinguen de la esclavitud, de la domesticidad, del vasallaje, ya que no implican apropiación de los cuerpos, ni humillantes relaciones de sumisión ni violencia corporal. Esto según de dónde se lo mire, pensemos en la violencia implícita que hay en cada publicidad, más que nada ahora en verano, en contra de la grasa y a favor de las panzas chatas...

Al respecto, M. Foucault sostiene: “el cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone. Una “anatomía política”, que es igualmente una “mecánica del poder”, está naciendo: define cómo se puede hacer presa del cuerpo de los demás (…) para que operen como se quiere, con las técnicas, según la rapidez y la eficacia que se determina. La disciplina fabrica así (…) “cuerpos dóciles” (…) La disciplina es una anatomía política del detalle.”1

Vemos nacer en este momento histórico instituciones de vigilancia que continúan la línea de vigilar, controlar y normalizar individuos, siendo su mayor exponente el panóptico de Jeremías Bentham, en el que coincidían todas las ideas explicadas más arriba y que, con una organización arquitectónica específica basada en los proyectos de hospitales y prisiones pensados desde estructuras circulares, finalmente, articular los cometidos del poder disciplinario en un solo edificio: "El panóptico de Bentham (...) en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tienen dos ventanas, una que da al interior, correspondiente a las ventanas de la torre, la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte a la otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar."2 De esta manera, el diseño actúa imposibilitando cualquier tipo de comportamiento no deseado al aislar completamente a cada individuo, prohibiéndole, por medio de este ardid arquitectónico, contacto con sus compañeros e imposibilitándole ver más allá de su propia celda y la imponente torre de control, en la que sólo verá una estructura atemorizante, donde nunca podrá ver a quien lo vigila, ni estar seguro de que, efectivamente, está siendo vigilado.



Al mismo tiempo, permite que el vigilante situado en la torre pueda vigilar los movimientos de cada uno de los internos, y éstos, al no poder ver si están siendo observados o no, deben disciplinarse, controlarse a ellos mismos. A tal respecto, M. Foucault explica:"De ahí el efecto mayor del panóptico: inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en su acción."3

O sea que el mayor logro de esta invención ha sido el crear en los individuos un estado constante de saberse vigilados ( ¿les suena esto?: sonría, está siendo filmado!); éstos nunca podrán saber si efectivamente hay alguien ejerciendo una vigilancia continua, pero no se animarán a poderlo en duda. En conclusión, el dispositivo normaliza y corrige conductas descarriadas infaliblemente, sin siquiera tener una vigilancia continua, ya que no es fundamental para su correcto funcionamiento. Además de asegurar un control total por parte de los internos de su propio comportamiento, el panóptico lograba que los individuos que habitaban sus celdas siguieran comportándose como si estuvieran vigilándonos una vez afuera de la magnífica estructura.



Así, vemos nacer la más fantástica máquina de normalización, vigilancia y control jamás creada; no se necesitan castigos corporales, sometimientos, humillaciones ni vejaciones de ningún tipo para que aquellos que han sido confinados a su estructura puedan ser observados, normalizados, categorizados, examinados, supervisados y sus conductas encauzadas y estandarizadas: las masas de cuerpos confusos se transforman en sujetos discernibles, aislados que serán fácilmente controlados e inspeccionados. La estructura es eficaz por sí sola, y en ella el poder disciplinario encuentra su más fiel expositor, su obra mejor lograda; el panóptico se yergue encarnando el ideal del poder disciplinario.

Con la utilización del panóptico como herramienta de control los individuos podrán ser moldeados para ser excelentes ciudadanos, el orden público no será alterado, las leyes no serán transgredidas y, de esta manera, el ejercicio del poder logra una economía inigualable, reduciendo al mínimo los gastos de mantenimiento de una máquina social que nunca se detiene, y que demuestra ser eficaz en el encauzamiento de la conducta de los individuos sin siquiera requerir materia prima humana para garantizar su correcto funcionamiento. El panóptico es, para la Modernidad Temprana regida por el poder disciplinario, su mejor lograda invención.

Yo creo que el panóptico, como ideal, es increíblemente útil para los gobiernos, empresas, instituciones de todo tipo, y puedo decirles que sé lo que se siente al no saber cuando uno está siendo vigilado y cuando no, ya que, al trabajar en un call center, las llamadas que uno mantiene pueden estar siendo monitoreadas "o no". Esto es el panóptico moderno.


Ustedes que opinan de todo esto?

1/2/3 Foucault, M.: "Disciplinas”, en Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 1987; Cap. 3. Apartados: I. “los cuerpos dóciles”; II. “Los medios del buen encauzamiento y III. “El panoptismo”


sábado, 8 de noviembre de 2008

Más axiomas de la comunicación

Seguimos en la línea de axiomas y patologías de la comunicación de Watzlawick; yo frecuentemente me encuentro pensando en estas ideas, ya que es muy fácil confundir lo que alguien nos dice, o lo que decimos, y terminar con unas increíbles ganas de estrellarle la cara a nuestro interlocutor en el piso, creyendo que nos está tomando el pelo, que no nos entiende porque no quiere, etc.

Pues, muchas más veces de las que nos damos cuenta (o sea casi todas) la comunicaciones fallan porque nosotros fallamos; no somos máquinas cartesianas, no somos perfectos, y, por sobre todas las cosas, somos humanos: orgullosos, reticentes a reconocer que nos equivocamos o que somos nosotros los que estamos equivocados.

El axioma de esta "entrega" reza:

La naturaleza de toda relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los comunicantes

Esta característica se refiere a la interacción entre comunicantes; para un observador, una serie de comunicaciones puede entenderse como una secuencia ininterrumpida de intercambios, sin embargo, quienes participan en la interacción siempre introducen lo que ha sido llamado por Bateson y Jackson la “puntuación de una secuencia de hechos”; la falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar la secuencia de hechos es la causa de incontables conflictos en las relaciones; en la psicoterapia de parejas, a menudo sorprende la intensidad de lo que en la psicoterapia tradicional se llamaría una “distorsión de la realidad” por parte de ambos cónyuges. A menudo resulta difícil creer que dos individuos puedan tener visiones tan dispares de muchos elementos de su experiencia en común, y este problema radica en su problema de metacomunicarse acerca de su respectiva manera de puntuar la relación.

¿A quién no le pasó de estar dos horas y media discutiendo sobre algo, y al lograr que uno de los dos interlocutores baje los brazos nos damos cuenta que nosotros pensábamos que estábamos actuando en consecuencia de un hecho que la otra persona concibía, a su vez, como consecuencia de éste? O sea: te grito porque no me contestas! versus No te contesto porque me gritás!

Patologías:

Las discrepancias no resueltas en la puntuación pueden llevar a impasses interaccionales en los que, eventualmente, se hacen acusaciones mutuas de locura o maldad. O sea: ¡Estás loca! dejá de gritarme! versus ¡No puedo creer que seas tan malo! ¿CONTESTAMEEE!

Estas discrepancias tienen lugar en todos los casos en que uno de los participantes no cuenta con la misma información que el otro, pero no lo sabe. Esto se solucionará si se metacomunican. Dicho de otra manera, si alguno de los dos dice algo como: -Pero vos porqué pensás que nos pasa esto? O algún otro tipo de frase que intente pensar sobre la comunicación misma, examinar qué es lo que está fallando allí.

Causa y efecto: Hay un conflicto acerca de cual es la causa y cual es el efecto. Léase "¡Me callo porque me gritás! versus ¡Te grito porque te callás! La única solución es, como dije arriba, me ta co mu ni car se!

Profecía autocumplidora: el Individuo considera que esta reaccionando ante ciertas situaciones, pero en realidad las esta provocando sin darse cuenta. Por ejemplo, si yo creo que mi interlocutor no va a dejar de hablarme mal, yo no voy a hacer ningún esfuerzo por evitar hacer lo mismo; quizás, si yo me pusiera media pila y hablara bien desde el comienzo, no habría en él una razón para levantar "el tonito".



Bueno, espero que estas humildes líneas ayuden a pensar de otra manera la forma que tenemos de comunicarnos con el otro; lo mejor que podemos hacer siempre es asegurarnos de las razones que tenemos (y que tienen nuestros otros) para tomar tal o cual posición, y no inventarlas o crearlas sin darnos cuenta.


Al fin y al cabo, podemos terminar cayendo en la cuenta que sólo había que bajar un cambio, respirar hondo y aclarar la situación; de otro modo, podemos perder otros en el camino...


Hasta la próxima!


 
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