miércoles, 14 de julio de 2010

Pierre Bourdieu y la Violencia Simbólica

Después de mucho tiempo sin escribir, vuelvo, y vuelvo con Bourdieu: Pierre Bourdieu nació en 1930 en Denguin, Francia. Obtuvo el nombramiento de Doctor Honoris Causa por las universidades Libre de Berlín (1989), Johann-Wolfang-Goethe de Fráncfort (1996) y Atenas(1996). Fue uno de los sociólogos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Sus ideas son de gran relevancia tanto en teoría social como en sociología empírica, especialmente en la sociología de la cultura, de la educación y de los estilos de vida.

Tuve la suerte de conocerlo cursando una materia llamada Psicología Institucional el año pasado, y lamento profundamente que en nuestra formación como psicólogos no se incluyan más ideas como las suyas, que abren un poco el panorama (aunque, a decir verdad, a regañadientes) de los pobres estudiantes de psicología de la UBA que, honestamente, mucho no salimos del psicoanálisis freudiano-lacaniano.

Sin más preámbulos, les comento que Bourdieu se ha interesado por la forma en la que el conocimiento es aprehendido en los sujetos; así, cree que la interrogación crítica de los conocimientos e ideas es lo que se impone como la única forma de evitar lo que él llama “ese principio sistemático de error”1 que supone la visión soberana. No puedo más que estar de acuerdo con esto, ya que si nada se interroga y cuestiona, el resultado, inevitablemente, es un único punto de vista, una única verdad. Bourdieu continúa explicando que “el conocimiento por sí solo ejerce un efecto liberador cada vez que una parte de la eficacia de los mecanismos cuyas leyes de funcionamiento estable depende del desconocimiento, es decir, cada vez que se enfrenta a los fundamentos de la violencia simbólica, definida ésta como la eficacia de mecanismos cuyas leyes de funcionamiento estable dependen del desconocimiento”2. Es decir, que no por nada el saber se ha transformado en algo tan valioso; la educación está muy lejos de proveer herramientas para una interrogación crítica, y eso es lo que hace falta: conocer y poder pensar sobre lo que se conoce, y hay que tener en cuenta también quién es el que hablar cuando se habla: “La objetivación está destinada a ser siempre parcial, por ende, falsa, mientras ignore o se niegue a ver el punto de vista a partir del cual se enuncia, es decir, el juego en su conjunto. El construir el juego como tal, o sea, como un espacio de posiciones objetivas que es causa, entre otras cosas, de la visión que pueden tener los ocupantes de cada posición sobre las demás posiciones y de sus ocupantes, es obtener el medio de objetivar científicamente el conjunto de las objetivaciones más o menos reduccionistas a las que se entregan los agentes metidos en la lucha y de percibirlas como lo que son: estrategias simbólicas dirigidas a imponer la verdad parcial de un grupo como la verdad de las relaciones objetivas entre los grupos”3. Las verdades siempre son parciales en la medida que son subjetivas, la objetividad no existe más que para ciertos grupos, con ciertos intereses y un determinado punto de vista, que no todos comparten. Y Bourdieu nos recuerda que “si hay una verdad ésta es que la verdad es un objeto de lucha”4. Así, vemos que es necesario reparar en que cada una de las “verdades” que se sostienen no son más que verdades a medias, y que hay que saber reconocer el momento socio-histórico y cultural en el que se crean y desarrollan. Aprendamos a ser más críticos, a interrogarnos sobre lo que conocemos, sobre los actores en juego cada vez que un hecho se toma como una verdad inexorable, ya que nada lo es a menos que creamos en ello.

1, 2, 3, 4. Bourdieu, P.: Sociología y Cultura. Méjico, Grijalbo; 1990.

 
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