lunes, 29 de diciembre de 2008

Peter Berger & Thomas Luckman - La Construcción social de la Realidad

El libro “la construcción social de la realidad” fue escrito por Peter Berger y Thomas Luckman en el año 1967; brindan, en él, una visión muy interesante sobre cómo se construye la realidad día a día. A lo largo del libro analizan fenómenos tales como la vida cotidiana, la interacción entre las personas, la objetividad y la subjetividad. Veamos algunas ideas brillantes que nos ofrecen estos autores:

La vida cotidiana se presenta como una realidad interpretada por los hombres y que para ellos tiene el significado subjetivo de un mundo coherente. El mundo de la vida cotidiana se origina en los pensamientos y acciones de los miembros de la sociedad, y está sustentado como real por éstos”1. O sea, que la vida cotidiana es nuestra realidad por excelencia, ya que vivimos dentro de ella, y las cosas que suceden difícilmente son cuestionadas o puestas en duda.

“Objetos distintos parecen ante la conciencia como constitutivos de distintas esferas de la realidad (familia - sueños) y de eso depende la tensión que produzcan y la atención prestada. Entre las múltiples realidades hay una que se presenta como la realidad por excelencia, y es la realidad de la vida cotidiana. Ésta se impone sobre la conciencia de manera masiva, urgente e intensa en el más alto grado”2. Seguimos con la idea de que la vida cotidiana “fuerza” su integración en nuestra conciencia, ya que nos rodea, nos encierra, nos incluye.

Aprehendo a esta realidad como una realidad ordenada, constituida por un orden de objetos que han sido designados como tales antes de que yo apareciese en escena. El lenguaje dado en la vida cotidiana me proporciona continuamente las objetivaciones indispensables y dispone el orden dentro del cual éstas adquieren sentido y dentro del cual la vida cotidiana tiene sentido para mí. El lenguaje marca las coordenadas de mi vida en la sociedad y llena esa vida de objetos significativos”3. Nunca se pusieron a pensar en la violencia del lenguaje? Y lo útil que es para nosotros saber cómo se llama cada cosa? Las palabras nos “atraviesan”, nos recubren, y, gracias a ellas podemos comunicarnos y vivir dentro de un universo ordenado de leyes y reglas, arbitrarias pero imprescindibles… el lenguaje nos brinda la oportunidad de conocernos, expresarnos, describirnos… Creo que es muy importante reflexionar acerca de cómo ciertas palabras prácticamente no se usan y otras sí se usan continuamente, creando, así, un universo de significados que delimitan lo posible en nuestra vida cotidiana. Sin ir más lejos, al palabra “flogger” o “emo”, antes no significaba nada; hoy, todo el mundo tiene algo para decir sobre éstas.

“La realidad de la vida cotidiana se da por establecida como realidad; no requiere verificaciones adicionales sobre su sola presencia y más allá de ella. Sé que es real. Se impone por sí sola y cuando quiero desafiar esto debo hacer un esfuerzo deliberado y nada fácil.

Otras realidades aparecen como Zonas Limitadas de Significado, enclavadas dentro de la suprema realidad caracterizada por significados y modos de experiencia circunscritos; por ejemplo la realidad de los sueños, el pensamiento teórico, el mundo de los juegos o el teatro”4. Es decir que la vida que vivimos día a día, las rutinas, no son puestas en duda, ni siquiera pensadas en muchas ocasiones; para que nos parezca raro, por ejemplo, algo como saludarse con un beso, tendríamos que ponernos “en los pies de otro” para poder entender razones por las cuales eso podría llegar a ser “no normal”, ya que lo normal se hace con la práctica, básicamente. Si todo el mundo lo hace deja de ser raro, y aunque algunos pocos piensen que ese comportamiento debería ser de otra manera, o que está mal, es difícil poder catalogarlo como “raro”.

“Los universos simbólicos son cuerpos de tradición teórica que integran zonas de significado distinto y abarcan el orden institucional en una totalidad simbólica (realidades que no son las de la vida cotidiana).

El universo simbólico se concibe como la matriz de todos los significados objetivados socialmente y subjetivamente reales; toda la sociedad histórica y la biografía de un individuo se ven como hechos que ocurren dentro de este universo, así como también las situaciones marginales (sueños, fantasías) y dentro de él se explican y quizás también los justifica”5. Creo que el universo simbólico sería equiparable al “cerco de sentido” de Cornelius Castoriadis: “la autonomía del ser vivo es su cerco, su cerco de organización, de información, de conocimiento. (…) es el estado en el que son dados de una vez por todas los principios, los valores, las leyes, las normas y las significaciones y en que la sociedad o el individuo según los casos, no tiene ninguna posibilidad de obrar sobre ellos.”6. De esta manera, Castoriadis da cuenta de cómo estas significaciones sociales, como él las llama, instituyen verdades, categorías y maneras de organizar la sociedad, que es, obviamente, particular de cada momento socio-histórico. Siguiendo estas ideas, nuestros autores extienden: “El universo simbólico ordena y por ende legitima los “roles” cotidianos, las prioridades y los procedimientos operativos colocándolos en el contexto del marco de referencia más general que pueda concebirse.

El universo simbólico también posibilita el ordenamiento de las distintas fases de la biografía, cada una de las fases biográficas se legitima como modo de ser en el universo simbólico, y esta simbolización induce sentimientos de seguridad y pertenencia. La identidad se legitima definitivamente situándola dentro del universo simbólico. El individuo puede vivir en la sociedad con cierta seguridad de que realmente es lo que el considera que es cuando desempeña sus “roles” sociales de rutina, a la luz del día y ante los otros significantes”7. ¿Se entiende? O sea que la realidad de lo que se vive en el “día a día” con las otras personas que comparten nuestra vida cotidiana es la que nos ordena, nos ubica dentro de un plano más grande que ya existía cuando nosotros llegamos, y que perdurará más allá de nuestra muerte.

“Los procedimientos específicos para el mantenimiento de los universos se hacen necesarios cuando el universo simbólico se ha convertido en problema; mientras esto no suceda, el universo simbólico se autolegitima por la sola facticidad de su existencia objetiva en la sociedad de que se trate.

Una ocasión importante para el desarrrollo de la conceptualización destinada al mantenimiento de los universos es la que se presenta cuando una sociedad se enfrenta con otra que posee una historia distinta; el universo como alternativa que presenta la otra sociedad debe ser enfrentado esgrimiendo las mejores razones que puedan existir para apoyar la superioridad del propio, lo que demanda un mecanismo conceptual de gran sofisticación”8. Es decir que la realidad que vivimos sólo se pone en duda cuando otra realidad, quizás más prometedora asoma la nariz y causa confusión; esto puede desencadenar, eventualmente, en una revolución con espíritu de cambio… Veamos como se defienden estas realidades de los cambios profundos:

“Hay distintos mecanismos conceptuales para el mantenimiento de los universos de que disponemos históricamente: mitología, teología, ciencia y filosofía. La mitología es la forma más arcaica par el mantenimiento de los universos porque representa la forma más arcaica de legitimación en general. Basta definir la mitología como una concepción de la realidad que plantea la continua penetración del mundo de la experiencia cotidiana por fuerzas sagradas. El pensamiento teológico sirve para mediar entre estos dos mundos. La teología puede hallarse, si bien, más cerca de la mitología por el contenido religioso de sus definiciones de la realidad, está más próxima a las conceptualizaciones secularizadas posteriores por su ubicación social. A diferencia de la mitología, las otras tres formas históricamente dominantes de mecanismos conceptuales se convierten en propiedad de las elites de especialistas cuyos cuerpos de conocimiento se alejaban cada vez más del conocimiento común de la sociedad en general”9. Así vemos que, con la ayuda de la religión, los mitos y leyendas, entre otras, las personas pueden tolerar la realidad que “les tocó vivir”, ya que, de esa manera se justifica y explica la vida cotidiana de cada una.

Estos autores nos brindan, en este libro, una de las más valiosas herramientas para pensar y pensarnos; todo está construido, todo esta "armado" de alguna manera, por nosotros, día a día, palabra a palabra. Y creo que si todos fuéramos conscientes de estas sabias palabras de hace casi 50 años, podríamos tener una herramienta de cambio muy útil, el sólo pensar que todos fuéramos conscientes de lo que hacemos cuando hacemos, lo que decimos cuando hablamos, lo que afectamos al actuar... todo crea universos de sentido, todo cuenta, todo suma.

Gracias por leerme, y hasta la próxima!! =)


1, 2, 3, 4, 6, 7, 8, 9 - Berger, Peter; Luckmann, Thomas [1967] (1993) La construcción social de la realidad, Amorrortu, Buenos Aires.

5 - Castoriadis, C.: "Lo imaginario: la creación en el dominio socio-histórico" en Los dominios del Hombre. Encrucijadas del laberinto, Barcelona, Gedisa, 1988

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Stanley Milgram - Obediencia a la Autoridad



Hola queridos lectores!

Para esta entrega elegí un autor que creo todos deberían conocer: se llama Stanley Milgram y es el padre de la teoría de "seis grados de separación" en la cual considera que cualquiera en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona del globo a través de una cadena que no tendría más de cinco intermediarios; de ahí los seis grados de separación. Otra de la razones por las cuales este autor ha pasado a la historia es por su famoso experiemnto de "obediencia a la autoridad": Milgram se preguntó, después de la Segunda Guerra Mundial, si había características específicas en aquellas personas que mataban o torturaban a otras bajo la premisa de la obediencia; así llegó a dar nacimiento a este experimento, en el que personas tales como estudiantes, amas de casa, profesionales y obreros eran puestos a prueba de manera tal de poder evaluar la obediencia.

Milgran comenta: "La obediencia, como un determinante de la conducta, es algo de importancia particular para nuestra época. Entre los años 1993 y1945 fueron sistemáticamente sacrificados bajo órdenes millones de personas inocentes. Esta conducta tuvo su origen en la mente de un único individuo, más no podría haber sido llevada a cabo a gran escala tan amplia sin la colaboración obediente de otras muchas personas. La obediencia es el mecanismo psicológico que hace de eslabón entre la acción del individuo y el fin político. Es la argamasa que vincula los hombres a los sistemas de autoridad. El exterminio de los judíos europeos por parte de los nazis constituye un ejemplo extremo de acciones detestables, inmorales, llevadas a cabo en nombre de la obediencia. Más en menor grado esta realidad se repite de continuo: se ordena a ciudadanos normales que maten a otras personas, y lo hacen por que consideran un deber el obedecer órdenes. De esta manera la obediencia a la autoridad cuando se pone al servicio de una causa injusta, lejos de aparecer como una virtud queda transformada en un grave error."1 Así vemos como el autor explica las razones que lo han llevado a poner en práctica su experimento, que ha sido considerado una "atrocidad".

Milgram continúa: "El problema moral de si se ha de obedecer cuando se da un conflicto entre el precepto y la conciencia fue analizado filosóficamente en toda época de la historia. Los filósofos conservadores arguyen diciendo que la construcción misma de la sociedad se ve amenazada por la desobediencia, y que incluso cuando una acción prescrita por la autoridad es injusta, es mejor cumplirla que hacer tambalearlas bases de la autoridad. Mas los humanistas razonan a favor de la primacía de la conciencia individual, insistiendo en que, cuando se hallan en conflicto el juicio moral del individuo y la autoridad, ha de pasar aquél por encima de ésta."2 El experimento de Milgram trajo sorprendentes hechos que refutaron tales afirmaciones.

Stanley Milgram plantea: "El problema principal es: ¿Hasta dónde va a someterse el participante a las instrucciones del experimentador antes de negarse a llevar a cabo las acciones que de él se exigen?"3

Al comienzo del citado experimento, llegan dos personas al laboratorio, para tomar parte en una investigación de memoria y aprendizaje; una de ellas será designada el "profesor" y a la otra como el “aprendiz”; obviamente está todo arreglado de manera tal que el único individuo que no forma parte del staff sea quien toma el lugar del profesor. El experimentador explica que esta investigación se halla relacionada con los efectos del castigo sobre el aprendizaje. El aprendiz es conducido a una habitación, se le atan correas a los brazos, y se le sujeta un electrodo a la muñeca. y se la explica entonces que tiene que aprender una lista de palabras paralelas; siempre que cometa un error recibirá una descarga eléctrica de intensidad creciente. Se le hace probar al "profesor" el electrodo en la muñeca, para convencerle de su funcionamiento y de que no es peligroso.

Al otro participante se le lleva a otra habitación y se le hace sentarse ante un generador de descargas, que tiene una línea horizontal con conmutadores de 15 a 450 voltios, con incrementos de cada 15 voltios cada vez; se le explica que cuando el hombre de la habitación contigua da una respuesta errónea, el enseñante debe proporcionarle una descarga eléctrica, y que ésta debe ir en aumento cada vez.

Milgram comenta: "El enseñante es un sujeto de experimentación; el sujeto de aprendizaje, la víctima, es un actor que de hecho no recibe descarga alguna. Lo importante del experimento consiste en saber hasta qué punto va a seguir una persona en una situación concreta y medible, en la que se ordena que inflija un dolor creciente a una víctima que se queja de ello. ¿En qué punto rehusará el sujeto obedecer al experimentador?"4

El participante "alumno" no recibe descarga alguna, en realidad, pero el "profesor" no lo sabe; más que nada por que éste se queja en repetidas ocasiones y grita, pidiendo que termine el experiemnto, por ejemplo. En estos momentos del experimento, el sujeto acudiría al experimentador para preguntarle si debía continuar administrando descargas, y recibiría una seria de respuestas tales como:

1- Por favor, prosiga

2- El experimento exige que Ud. prosiga

3- Es absolutamente esencial que Ud. Continúe.

Milgram nos cuenta:"¿No habrían de negarse más bien a hacerlo, y a salir del laboratorio? Lo más sorprendente es que nadie lo hizo jamás. Teniendo en cuenta que el sujeto ha venido al laboratorio para ayudar al experimentador, está totalmente de acuerdo en comenzar con el procedimiento que se la ha indicado. Lo que más llama la atención es el comprobar hasta dónde llegan los individuos corrientes en su sometimiento a las instrucciones del experimentador. A pesar de que muchos protestan ante el experimentador, siguen siendo muchos los que prosiguen hasta la última descarga en el generador."5 Más de dos tercios de los cuatroscientos sujetos sometidos al experimento lelgaron hasta los últimos niveles de aplicación de voltaje, siendo éstos niveles cercanos a los 450 voltios, y estando señalados en el mismo generador como "muy peligroso".

El autor continúa: "Se ha solido ofrecer como explicación común el que las personas que hacían llegar esas descargas a la víctima eran en su nivel más violento, auténticos monstruos, sádicos. Mas si se tiene uno en cuenta que casi los dos tercios de los participantes se ven incluidos en la categoría de sujetos “obedientes”, y que representan personas corrientes tomadas de las clases obreras, profesionales y directivas, esa explicación se hace sumamente floja. La persona normal que hacía llegar una descarga sobre la víctima, lo hacía por un sentido de obligación – por una concepción de sus deberes como sujeto de experimentación – y no por tendencia peculiarmente agresiva alguna.Las personas más corrientes pueden convertirse en agentes de un proceso terriblemente destructivo. Son relativamente pocas las personas que cuentan con recursos suficientes para oponerse a la autoridad. En ese momento entran en acción toda una serie de inhibiciones contra la desobediencia a la autoridad, y hacen que la persona permanezca en su puesto."6

Sorprendente, no? Cualquiera puede llegar a estos extremos, comprobó Stanley Milgram; la obediencia a la autoridad sería algo que todos poseemos, y es muy peligroso seber que cualquiera puede actuar perjudicando a terceros bajo ciertas circunstancias...

Milgram cierra explicando: "¿Qué es, pues, lo que mantiene a una persona sometida al experimentador? En primer lugar, se da una serie de “factores obligantes” que atraen al sujeto a una situación concreta. Incluyen factores tales como el de cortesía por su parte y lo poco dedicado de un retirarse del experimento. En segundo lugar, se dan en el pensamiento del sujeto un cierto número de adaptaciones que van minando su decisión de romper con la autoridad. Estas adaptaciones ayudan al sujeto a mantener su región con el experimentador, al mismo tiempo que reducen la tensión que es provocada por el conflicto experimental.

Otro de estos mecanismos lo constituye la tendencia del individuo a verse tan absorbido por los aspectos estrechamente técnicos de su tarea, que pierde la visión de las más amplias consecuencias de la misma. Los sujetos se ven inmersos en los procedimientos, leyendo con la más exquisita de las pronunciaciones las palabras correctas y apretando los conmutadores con e mayor de los cuidados. Quieren llevar a cabo una ejecución perfecta, y esto se ve acompañado de un estrechamiento de su preocupación moral.

La adaptación de pensamiento más corriente en el sujeto obediente es, por lo que a él se refiere, el considerarse como no responsable de sus acciones. Se libera de toda responsabilidad atribuyendo toda iniciativa al una autoridad legítima. No se tiene a sí misma como una persona que actúa de una manera totalmente responsable, sino como un agente de la autoridad externa. Incapaz de desafiar la autoridad del experimentador, le atribuyen a él toda la responsabilidad.

Hemos nacido con un potencial de obediencia que tiene una interacción con la influencia de la sociedad para producir el hombre obediente. En este sentido sucede con la capacidad de obediencia lo que con la capacidad del lenguaje: es preciso que determinadas estructuras mentales altamente específicas, se hallen presentes si queremos que tenga el organismo un potencial de lenguaje, y sin embargo para crear al hombre parlante es necesario que se lo coloque en un medio social."7


A mí particularmente me sorprendió muchísmo este experimento cuando me enteré de su existencia, el hecho de que cualquier persona puede cometer actos de este calibre de violencia me lleva a pensar que, si se nos lleva de determinada manera, los humanos podemos hacer cualquier cosa, lo que es terrible si consideramos las acciones que cometen los soldados, por ejemplo, en combate; a mí nunca me convenció la idea de matar a alguien por que es "enemigo", es más, me aprece harto ridículo que la gente se mate de esa manera, pero creo que estos actos están más que explicados por este experimento que, aunque un poco fuera de lo que se cosnidraría ético, nos abre un poco los ojos, no?


Uds. qué opinan?

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 - Milgram, Stanley; Obediencia a la autoridad, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1984

viernes, 28 de noviembre de 2008

Ulloa - Cultura de la mortificación


Hola!!! En esta ocasión quiero traerles unos conceptos que me parecieron harto interesantes; el autor se llama Fernando Ulloa, quien falleciera a los ochenta y cuatro años el tres de junio del corriente año. Ulloa fue seguidor y colega de Enrique Pichon-Rivière, con quien trabajó en la vinculación entre psicoanálisis y política, y de Marie Langer, que fue discípula de Freud y una de las que introdujo el pensamiento del psicoanálisis en la Argentina. Trabajó sobre la ternura, las instituciones y tuvo un gran compromiso hacia los derechos humanos, trabajando sobre las consecuencias de la tortura en hijos de detenidos en la dictadura que supimos (y sabemos, todavía) sufrir.

La cultura de la mortificación fue uno de los conceptos que más me interesó, más que nada porque en su texto, Ulloa refiere, textualmente, a "ese humor del carajo" que atribuye a nuestra ciudad. Este concepto refiere a falta de fuerzas, una falta de viveza, un mal humor que aparecen acompañados de fatiga crónica. Dentro de ella, dice, la queja nunca se hace protesta ni lucha; se hace resignación. Plantea que tampoco hay transgresiones, sino infracciones: la infracción es un acto ventajista, descomedido, que no valora la vida. En cambio, la transgresión –según el autor- es fundadora de la toma de conciencia, de una teoría revolucionaria. Tres figuras de la psicopatología institucional llevaron a Ulloa a acceder a esta idea; entre ellas, el Síndrome de Violentación Institucional que hoy extenderé:

En El malestar en la cultura Freud plantea que una de las características de la organización de la sociedad humana es ser productora de malestar; según su parecer, la cultura obliga a la renuncia pulsional de los sujetos que en ella participan. Siguiendo esa idea, Ulloa (1995) habla del "síndrome de violentación institucional", pues considera que para pertenecer a una institución es necesario dejar de lado o limitar los propios deseos para instituir un proyecto común. Recordemos que, según la Real Academia Española, la palabra “violento/a”, se define como: Dicho del sentido o interpretación que se da a lo dicho o escrito, o falso, torcido, fuera de lo natural; que se ejecuta contra el modo regular o fuera de razón y justicia.

Este síndrome que conceptualiza Ulloa define aquella situación en la cual “la violentación legítima acordada que presupone toda cultura institucional” (lo que se relaciona con el concepto de “violencia primaria” de Piera Aulagnier, quien plantea que la madre ejerce violencia en la interpretación de las necesidades del infans, al estar esta interpretación indefectiblemente embebida del deseo materno, y éste puede distorsionar en menor o mayor grado las necesidades del niño) se vuelve arbitraria en su grado o en su origen, giro que también podemos relacionar con otro concepto de la citada autora, ya que ésta plantea a la “violencia secundaria” como la consecuencia de la imposición del deseo de la madre por sobre el de su hijo, situación que obstaculiza la capacidad de pensamiento autónomo ya que esta demanda no es escuchada por el genitor. Los sujetos afectados por este síndrome pierden “funcionalidad vocacional, capacidad creativa y eficacia clínica; y ganan en automatismos sintomáticos que los aproximan a las variadas formas de la caracteropatía del funcionario”1 . (recordemos que la caracteropatía define una organización patológica de los rasgos del carácter, que generalmente se expresa bajo la forma de estructuras de rigidez).

Ulloa explica que el resultado sobre el usuario de la institución es la pérdida del buen trato, entendiendo por esto el interés por su singularidad personal. Situación a la cual no se le ve la salida y, por tanto, conduce a la resignación y la pasividad, así como a la pérdida de sentido de la tarea. Esta violentación institucional también implica, según palabras de Ulloa, “la presencia de una intimidación, más o menos sorda, en función del acostumbramiento, que conspira contra el investir de interés personal la tarea que desarrolla; frente a este desinterés por lo propio, mal puede alguien prestar atención considerada a la actividad y al decir de los otros”2.

Ulloa explica que este síndrome está integrado por una “constelación sintomática: en primer lugar se advierte una tendencia a la fragmentación en el entendimiento, incluso en la más simple comunicación. Cada uno se refugia aisladamente en el quehacer propio” y el autor explica que esto nada tiene que ver con un interés personal por la tarea que ha incrementado, por el contrario, las funciones no se ve alteradas sino negativamente.

De esta manera, plantea que “de este aislamiento se suele salir para organizar los clásicos enfrentamientos entre “ellos” y “nosotros”, partes carentes de contenido argumental cierto”3. Así, explica en palabras muy precisas lo que sucede en muchos lugares de trabajo, donde las personas se enfrentan sin ningún tipo de razón lógica, sin siquiera pensar que los problemas personales que sufren pueden estar dados por un vacío institucional que los obliga a mortificarse continuamente y sin juicio aparente.

El autor cierra esta conceptualización aclarando que, “si se produce un pensamiento que rompe con esta estabilidad alienada, puede que se sancione esta renovada actividad pensante como delito de opinión o al menos como inoportuna perturbación de lo establecido”4, recordándonos bien dónde está nuestro lugar al querer cambiar lo que “es así”, quizás desde hace muchos años atrás; hay que ser cuidadosos al tratar de mejorar las condiciones de tal o cual lugar, ya que no siempre se entenderán nuestras intenciones de la manera en que nosotros las pensamos…

Espero que haya sido tan iluminador como fue para mí leer a este brillante autor; hay que pensar que, muchas veces, nosotros no somos los verdaderos “culpables” sino que hay que analizar las circunstancias, las instituciones que nos encierran, nos moldean, nos disciplinan, como diría Foucault.

Hasta la próxima, queridos lectores!! =)



1, 2, 3, 4 = Ulloa, F.: "Cultura de la mortificación y proceso de manicomialización: una reactualización de las neurosis actuales" en La clínica psicoanalítica. Historial de una práctica, Buenos Aires, Paidós, 1995

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Foucault: disciplinas y panóptico

Hola queridos lectores!

A continuación extenderé algunas líneas sobre Michel Foucault, más específicamente sobre las nociones de disciplinas y panóptico, que yo creo sirven muchísimo para pensar las formas en las que hoy estamos "esclavizados" socialmente; sin darnos cuenta formamos parte de una sociedad que nos controla todo el tiempo, nos mide, cuenta y categoriza en un intento por controlar el comportamiento y de asegurarse que consumamos todas esas porquerías, que creamos todos estos imbéciles discursos, y que seamos "buenos corderitos" mientras la educación, la salud y quiñen sabe cuántas isntituciones más son vapuleadas, desvalorizadas y pisoteadas día a día.
Hoy estoy muy política parece, pero es que ya me cansé de escuchar repetitivamente las guarradas de las que somos víctimas todo el tiempo, y las bizzareadas de un gobierno que, si señores, se caga olímpicamente en nosotros.
En otras ediciones haré un análisis a las publicidades nuestras de cada día, contra las que ya vengo formando uan bola de ira del tamaño de África.

Ahora, con ustedes, Michel Foucault, comenzando con el poder disciplinario:

El nuevo poder típico de la modernidad será el poder disciplinario, y, para poder instaurarse, necesitará, como lo postulara Enrique Marí, discursos del orden, que podrán ser jurídicos, éticos, religiosos o morales y también a las disciplinas como saberes científicos para sostener e instaurar prácticas, como así también fuerza o violencia, que será menor mientras más instituidos estén los imaginarios sociales que detenta, ya que éstos, como se explicó más arriba, organizan la sociedad; esto sucede, por ejemplo, por medio de mitos, leyendas, etc.

O sea que el poder necesita que los miembros de la sociedad puedan sentirse identificados con estas prácticas, y éstas deben formar parte de lo que castoriadis definió como “cerco de sentido”; lo que escape a éste no será factible de ser incorporado, asimilado a la sociedad ya que él delimita lo creíble y lo no creíble, lo que existe y lo que no dentro de un colectivo humano. Por lo tanto, toda práctica debe incluirse dentro suyo para ser considerada como tal y no como un chiste o algo sin sentido aparente. Sabemos que mucahs veces, en este bizarro país en el que vivimos hay cosas que escapan a esto, y al gobierno no parece importarle, como, por ejemplo, el tren de Puerto Madero, que creo, todos consideramos un chiste de muuuuy mal gusto, pero se hizo igual y funciona ridículamente trasladando cinco o seis turistas de un lado a otro de este sector de la cuidad taaaaan necesitado de transporte público rápido y nuevo. No jodamos, señores.


El poder disciplinario, entonces, se valdrá de las disciplinas, principalmente, para constituirse como tal. Éstas apuntan a la reorganización del tiempo y del espacio como punto de partida para la construcción de individuos, de manera tal que, en vez de contar con multitudes, pluralidades confusas se puedan construir individualidades que impliquen cuerpos discernibles, y permiten el control minucioso de las funciones del cuerpo, ya que su leitmotiv es hacer a los cuerpos dóciles, y, mientras más dóciles, más útiles, llevando cuenta de todos los movimientos realizados y consiguiendo la mayor economía para cada uno de ellos. El tiempo debe ser racional, acumulativo, lineal y debe estar orientado a favorecer la mayor racionalidad, en función de la máxima utilidad y obediencia del individuo.

Las disciplinas, así, se distinguen de la esclavitud, de la domesticidad, del vasallaje, ya que no implican apropiación de los cuerpos, ni humillantes relaciones de sumisión ni violencia corporal. Esto según de dónde se lo mire, pensemos en la violencia implícita que hay en cada publicidad, más que nada ahora en verano, en contra de la grasa y a favor de las panzas chatas...

Al respecto, M. Foucault sostiene: “el cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone. Una “anatomía política”, que es igualmente una “mecánica del poder”, está naciendo: define cómo se puede hacer presa del cuerpo de los demás (…) para que operen como se quiere, con las técnicas, según la rapidez y la eficacia que se determina. La disciplina fabrica así (…) “cuerpos dóciles” (…) La disciplina es una anatomía política del detalle.”1

Vemos nacer en este momento histórico instituciones de vigilancia que continúan la línea de vigilar, controlar y normalizar individuos, siendo su mayor exponente el panóptico de Jeremías Bentham, en el que coincidían todas las ideas explicadas más arriba y que, con una organización arquitectónica específica basada en los proyectos de hospitales y prisiones pensados desde estructuras circulares, finalmente, articular los cometidos del poder disciplinario en un solo edificio: "El panóptico de Bentham (...) en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tienen dos ventanas, una que da al interior, correspondiente a las ventanas de la torre, la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte a la otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar."2 De esta manera, el diseño actúa imposibilitando cualquier tipo de comportamiento no deseado al aislar completamente a cada individuo, prohibiéndole, por medio de este ardid arquitectónico, contacto con sus compañeros e imposibilitándole ver más allá de su propia celda y la imponente torre de control, en la que sólo verá una estructura atemorizante, donde nunca podrá ver a quien lo vigila, ni estar seguro de que, efectivamente, está siendo vigilado.



Al mismo tiempo, permite que el vigilante situado en la torre pueda vigilar los movimientos de cada uno de los internos, y éstos, al no poder ver si están siendo observados o no, deben disciplinarse, controlarse a ellos mismos. A tal respecto, M. Foucault explica:"De ahí el efecto mayor del panóptico: inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en su acción."3

O sea que el mayor logro de esta invención ha sido el crear en los individuos un estado constante de saberse vigilados ( ¿les suena esto?: sonría, está siendo filmado!); éstos nunca podrán saber si efectivamente hay alguien ejerciendo una vigilancia continua, pero no se animarán a poderlo en duda. En conclusión, el dispositivo normaliza y corrige conductas descarriadas infaliblemente, sin siquiera tener una vigilancia continua, ya que no es fundamental para su correcto funcionamiento. Además de asegurar un control total por parte de los internos de su propio comportamiento, el panóptico lograba que los individuos que habitaban sus celdas siguieran comportándose como si estuvieran vigilándonos una vez afuera de la magnífica estructura.



Así, vemos nacer la más fantástica máquina de normalización, vigilancia y control jamás creada; no se necesitan castigos corporales, sometimientos, humillaciones ni vejaciones de ningún tipo para que aquellos que han sido confinados a su estructura puedan ser observados, normalizados, categorizados, examinados, supervisados y sus conductas encauzadas y estandarizadas: las masas de cuerpos confusos se transforman en sujetos discernibles, aislados que serán fácilmente controlados e inspeccionados. La estructura es eficaz por sí sola, y en ella el poder disciplinario encuentra su más fiel expositor, su obra mejor lograda; el panóptico se yergue encarnando el ideal del poder disciplinario.

Con la utilización del panóptico como herramienta de control los individuos podrán ser moldeados para ser excelentes ciudadanos, el orden público no será alterado, las leyes no serán transgredidas y, de esta manera, el ejercicio del poder logra una economía inigualable, reduciendo al mínimo los gastos de mantenimiento de una máquina social que nunca se detiene, y que demuestra ser eficaz en el encauzamiento de la conducta de los individuos sin siquiera requerir materia prima humana para garantizar su correcto funcionamiento. El panóptico es, para la Modernidad Temprana regida por el poder disciplinario, su mejor lograda invención.

Yo creo que el panóptico, como ideal, es increíblemente útil para los gobiernos, empresas, instituciones de todo tipo, y puedo decirles que sé lo que se siente al no saber cuando uno está siendo vigilado y cuando no, ya que, al trabajar en un call center, las llamadas que uno mantiene pueden estar siendo monitoreadas "o no". Esto es el panóptico moderno.


Ustedes que opinan de todo esto?

1/2/3 Foucault, M.: "Disciplinas”, en Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 1987; Cap. 3. Apartados: I. “los cuerpos dóciles”; II. “Los medios del buen encauzamiento y III. “El panoptismo”


sábado, 8 de noviembre de 2008

Más axiomas de la comunicación

Seguimos en la línea de axiomas y patologías de la comunicación de Watzlawick; yo frecuentemente me encuentro pensando en estas ideas, ya que es muy fácil confundir lo que alguien nos dice, o lo que decimos, y terminar con unas increíbles ganas de estrellarle la cara a nuestro interlocutor en el piso, creyendo que nos está tomando el pelo, que no nos entiende porque no quiere, etc.

Pues, muchas más veces de las que nos damos cuenta (o sea casi todas) la comunicaciones fallan porque nosotros fallamos; no somos máquinas cartesianas, no somos perfectos, y, por sobre todas las cosas, somos humanos: orgullosos, reticentes a reconocer que nos equivocamos o que somos nosotros los que estamos equivocados.

El axioma de esta "entrega" reza:

La naturaleza de toda relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los comunicantes

Esta característica se refiere a la interacción entre comunicantes; para un observador, una serie de comunicaciones puede entenderse como una secuencia ininterrumpida de intercambios, sin embargo, quienes participan en la interacción siempre introducen lo que ha sido llamado por Bateson y Jackson la “puntuación de una secuencia de hechos”; la falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar la secuencia de hechos es la causa de incontables conflictos en las relaciones; en la psicoterapia de parejas, a menudo sorprende la intensidad de lo que en la psicoterapia tradicional se llamaría una “distorsión de la realidad” por parte de ambos cónyuges. A menudo resulta difícil creer que dos individuos puedan tener visiones tan dispares de muchos elementos de su experiencia en común, y este problema radica en su problema de metacomunicarse acerca de su respectiva manera de puntuar la relación.

¿A quién no le pasó de estar dos horas y media discutiendo sobre algo, y al lograr que uno de los dos interlocutores baje los brazos nos damos cuenta que nosotros pensábamos que estábamos actuando en consecuencia de un hecho que la otra persona concibía, a su vez, como consecuencia de éste? O sea: te grito porque no me contestas! versus No te contesto porque me gritás!

Patologías:

Las discrepancias no resueltas en la puntuación pueden llevar a impasses interaccionales en los que, eventualmente, se hacen acusaciones mutuas de locura o maldad. O sea: ¡Estás loca! dejá de gritarme! versus ¡No puedo creer que seas tan malo! ¿CONTESTAMEEE!

Estas discrepancias tienen lugar en todos los casos en que uno de los participantes no cuenta con la misma información que el otro, pero no lo sabe. Esto se solucionará si se metacomunican. Dicho de otra manera, si alguno de los dos dice algo como: -Pero vos porqué pensás que nos pasa esto? O algún otro tipo de frase que intente pensar sobre la comunicación misma, examinar qué es lo que está fallando allí.

Causa y efecto: Hay un conflicto acerca de cual es la causa y cual es el efecto. Léase "¡Me callo porque me gritás! versus ¡Te grito porque te callás! La única solución es, como dije arriba, me ta co mu ni car se!

Profecía autocumplidora: el Individuo considera que esta reaccionando ante ciertas situaciones, pero en realidad las esta provocando sin darse cuenta. Por ejemplo, si yo creo que mi interlocutor no va a dejar de hablarme mal, yo no voy a hacer ningún esfuerzo por evitar hacer lo mismo; quizás, si yo me pusiera media pila y hablara bien desde el comienzo, no habría en él una razón para levantar "el tonito".



Bueno, espero que estas humildes líneas ayuden a pensar de otra manera la forma que tenemos de comunicarnos con el otro; lo mejor que podemos hacer siempre es asegurarnos de las razones que tenemos (y que tienen nuestros otros) para tomar tal o cual posición, y no inventarlas o crearlas sin darnos cuenta.


Al fin y al cabo, podemos terminar cayendo en la cuenta que sólo había que bajar un cambio, respirar hondo y aclarar la situación; de otro modo, podemos perder otros en el camino...


Hasta la próxima!


 
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